
La Formación Bruta de Capital es el componente que mide el grado de inversión de empresas. Pues bien, España es la única economía de entre las grandes del euro en la que sus compañías aún invierten menos que en el año previo a la irrupción del Covid-19.
Es más, la media de los desembolsos en la eurozona supera en casi 10 puntos los niveles de 2019 mientras que en España aún sigue por debajo. Detrás de la decepcionante evolución de la economía nacional a la hora de recuperar el terreno perdido en materia de inversiones entran en juego factores como el ciclo de subidas de los tipos de interés en la eurozona, concluido en junio, que ha encarecido la financiación y frenado los proyectos de crecimiento por parte de las empresas.
No obstante, este factor externo lo han sufrido todas las compañías europeas, por lo que no basta para explicar el menor gasto productivo de nuestras empresas. A ello ha contribuido también el retraso en la ejecución de los fondos Next Generation, cuyo objetivo es precisamente inyectar capital para impulsar la actividad y modernizar la economía. A la vista está que, de momento, esta ayuda no está generando el clima inversor ni la transformación de la economía que se esperaba.
Pero, además, la política económica y fiscal seguida por el Gobierno de Pedro Sánchez también ha retraído la capacidad de inversión de las compañías, ya que ha generado un incremento de costes y provocado inseguridad jurídica. Así ha ocurrido con las continuas subidas de impuestos y con iniciativas en el ámbito laboral, que han disparado los costes por trabajador para las empresas. Es por ello necesario un giro en la política económica e impositiva para crear un contexto adecuado con el objetivo de elevar las necesarias inversiones.