El pasado año se registraron 326.949 altas de pensionistas frente a 265.060 bajas, lo que supone una diferencia del 23,4%%, el máximo de la serie histórica. Además, la brecha más que duplica la diferencia del 9% registrada en 2022 y supera la media de los años precedentes al Covid, situada en el 15%.
Es cierto que este diferencial varía por circunstancias excepcionales como fue la propia de la pandemia, que aumentó los fallecimientos. Pero en el pasado el incremento en las altas siempre guardaba relación con cambios en las jubilaciones, en el marco de sucesivas reformas que buscaban restringir las anticipadas.
En cambio, el hecho de que en la actualidad la brecha se haya disparado pese a que las bajas se mantienen en cotas estables solo se explica por el incremento de las jubilaciones a edad ordinaria. Esto quiere decir que el retiro de la generación del baby boom ya ha comenzado. La progresiva llegada a la edad de jubilación de los nacidos en las décadas de los 50 y 60 del pasado siglo supone un desafío para las pensiones. Primero por su elevado número, y segundo porque este colectivo ha cobrado sueldos elevados, lo que dispara las prestaciones. Para hacer frente al reto, el Gobierno creó en la última reforma el llamado Mecanismo de Equidad Intergeneracional (MEI). Una tasa adicional que se aplica a todos los salarios que pagan las empresas y los trabajadores y que el pasado año generó 2.700 millones.
Un esfuerzo extra que golpea a los negocios en su capacidad de atraer talento y crear empleo y que es insuficiente a todas luces para asumir el retiro del baby boom. Ello también provocado por una reforma que ha obviado cualquier medida de racionalización del gasto, lo que provocará que el sistema de pensiones sea cada vez más insostenible.
