
La escritora Catherine Pakaluk es socióloga y madre de ocho hijos y hace un tiempo decidió investigar por qué, a medida que las familias pequeñas y el antinatalismo se convierten en la norma, alrededor del 5% de las mujeres estadounidenses deciden tener cinco o más hijos.
La pregunta que la socióloga quería ver respondida era por qué las políticas en pro de la natalidad no funcionan. En efecto, ese es un hecho de la demografía moderna. Resolver el problema de la baja natalidad es la cuestión más acuciante para el Estado moderno. Ocurre en países con generosas ayudas públicas a las familias y en países sin ellas. Se avecinan crisis fiscales para las naciones que pagan las altas pensiones de jubilación mientras que recurren a un número cada vez menor de trabajadores jóvenes. Los países tendrán que acoger y gestionar los crecientes flujos de inmigrantes para evitar el estancamiento económico.
La pregunta que la investigadora se hizo es la siguiente: ¿Podrían las familias con tasas de natalidad más altas arrojar luz sobre las familias con tasas de natalidad más bajas? Respecto a las creencias religiosas y la fecundidad, la socióloga opina lo siguiente:
"Obviamente, la mayoría de la gente, incluso en un mundo que se seculariza rápidamente, sigue profesando alguna creencia religiosa. Pero no todas las personas que creen en Dios tienen familias numerosas. Así que tenemos que indagar en la naturaleza de las creencias religiosas. ¿Qué tipo de religión está correlacionada con tener hijos?"
En mis entrevistas aprendí que las familias numerosas surgen cuando las personas valoran mucho el ser padres en comparación con otras cosas. Tienden a estar motivados por la convicción de que tener un hijo vale más que cualquier otra cosa que puedan hacer con su tiempo, talento o dinero. Para la mayoría de las personas con las que hablé (el 98%) esa convicción procedía de una fe profundamente bíblica: creían que el primer mandamiento de Dios, "creced y multiplicaos" era inseparable de la Providencia de Dios.
No sólo en el sentido de que Dios proveería en caso de tener más hijos, sino también que los hijos son una expresión de la bondad de Dios y por tanto los hijos son bendiciones.
Por otro lado –y quien esto escribe también lo ha comprobado– tanto las madres ricas como las menos pudientes hablan de las alegrías de la infancia que no cuestan dinero, de la bondad de reutilizar y de compartir. Coinciden en que, al tener hermanos, sus hijos no necesitaban tantas cosas. "Se tienen los unos a los otros y eso basta".
La socióloga concluye en una entrevista asegurando que las mujeres de tradiciones religiosas muy diversas –judías, mormonas, católicas, evangélicas, baptistas– habían llegado a "razones del corazón" comunes para tener hijos confiando en la providencia de Dios todopoderoso. Estas mujeres tenían diferentes credos y diferentes creencias sobre el control de la natalidad. Lo que las unía era una actitud de fondo: "los hijos son bendiciones y Dios recompensa nuestros sacrificios con una retribución sin igual".
Sin embargo, en España, que pasa por ser muy religiosa, la fecundidad es la más baja de la UE.