
Tras meses de ventas de bonos, los inversores han optado en mayo por elevar su posicionamiento en renta fija. Esto ha provocado una lógica caída de la rentabilidad a vencimiento y a un incremento en su precio.
De hecho, una cartera de deuda global ya se anota una ganancia del 1,93% en el mes. Porcentaje que escala al 2,04% en el caso de la corporativa. Este escenario propicio para la renta fija se debe a la percepción de que los tipos de interés bajarán más pronto que tarde al estar la inflación más controlada. Una sensación que el último dato de IPC de EEUU, 3,4% en abril tras caer dos décimas frente al mes previo, corroboró.
La buena perspectiva con los precios lleva al mercado a anticipar ya dos bajadas de tipos de la Fed en 2024 y a dar por hecho el primer recorte en la eurozona en la próxima reunión del BCE del próximo 6 de junio. En este contexto de elevado interés por la deuda, lo que se traduce en caídas de la rentabilidad, los estados y las empresas reducen la factura que supone salir al mercado a financiarse. Esto ha originado que se hayan disparado las colocaciones de deuda corporativa. Tanto es así que la pasada semana fue la segunda con más emisiones de la historia, con 24.000 millones.
Un boom al que también contribuyó el fin de la temporada de resultados, periodo en el que las compañías no pueden lanzar bonos. Las empresas aciertan al aprovechar la relajación de la rentabilidad en la deuda (el rendimiento del bono americano ha pasado del 4,7% de abril al 4,4% actual) para financiarse a menor precio. Una ventana de oportunidad que, además, se mantendrá durante los próximos meses siempre y cuando se confirme el inicio del recorte del precio del dinero a ambos lados del Atlántico.