
La reunión del BCE de esta semana ha servido para confirmar que la política monetaria en EEUU y Europa toman caminos diferentes. Así, mientras que el eurobanco parece estar preparado para bajar los tipos en junio, la Fed estadounidense cada vez retrasa más su primer recorte ante el repunte que está experimentando el IPC en el país.
Una de las consecuencias de esta divergencia está en el comportamiento de las divisas, con un dólar cada vez más poderoso frente a un euro que se debilitará por el recorte en el precio del dinero. Un escenario que encarece nuestras importaciones y favorece las exportaciones, pero que también tiene un efecto positivo a la hora de atraer capital extranjero. La inversión, por tanto, será la gran beneficiada de la bajada de tipos de interés al reducirse también el coste de financiación. No en vano, los expertos consultados por elEconomista.es auguran que el repunte de esta variable elevará el crecimiento del PIB de la eurozona más allá de la modesta previsión del 0,6% para este año. España es la única gran economía europea que aún no ha recuperado el nivel de inversión previo a la crisis de Lehmann. De hecho, esta variable todavía está un 4% por debajo de la propia de 2019, año previo al Covid, por lo que sería uno de los países que más se beneficiaría de este contexto positivo. El problema es que nuestro país presenta lastres propios que frenan la captación de capital. Es el caso de las trabas administrativas o de algunas de las medidas del Ejecutivo, que han retraído la capacidad de inversión de las empresas, ya que provocó un incremento de costes y alentó la inseguridad jurídica. Todo ello limitará el impacto positivo que la bajada de tipos tendrá a la hora de atraer desembolsos.