
El Ártico es la región más septentrional de la Tierra que circunda al Polo Norte y cuyo nombre deriva del griego arktos –denominación de oso–, en referencia a la constelación boreal de la Osa Mayor.
Dicho espacio geográfico comprende las zonas septentrionales de ocho países, es decir, Canadá –Labrador–, Dinamarca –Groenlandia–, Estados Unidos (EEUU) –Alaska–, Finlandia –Laponia–, Islandia –su área norte–, Noruega –archipiélago de Svalbard–, Rusia –norte de Siberia– y Suecia –Västerbotten y Norrbotten–.
Las tres décadas pasadas de cooperación pacífica entre todos éstos han terminado. Durante esos años, la región ártica fue eximida de la geopolítica propia de la competición entre grandes potencias y era un paraíso de cooperación internacional, que despertaba poco interés global.
Los asuntos de preocupación entre los países árticos eran, en el pasado, positivos por naturaleza e incluían, entre otros, la investigación científica, la salvaguarda del entorno natural o la protección de las poblaciones indígenas del área.
Estos cometidos fueron asignados al Consejo Ártico (CA), desde su creación hace casi tres décadas, en 1996, del que forman parte no sólo los ocho países árticos, sino, además, organizaciones representativas de pueblos indígenas y trece países sin vinculación geográfica con el Océano Ártico.
El Consejo Ártico es una organización que fue constituida para un tiempo distinto del actual. El concepto de la Gran Europa está caduco en lo económico, como puede comprobarse en los campos de la tecnología, de la energía, de los corredores de transporte o de los instrumentos financieros y de pagos.
Asimismo, en lo político, los ocho países árticos serán siete miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) más la Federación de Rusia, una vez que Suecia acceda a esta estructura de seguridad.
La combinación de estos factores económicos y políticos hará que la transición desde la Gran Europa a la Gran Eurasia impacte directamente en la política que Rusia desplegará hacia la región ártica, ahora que sus dos años, 2021-2023, como presidente del CA han concluido.
La competición por la región ártica está creciendo con el surgimiento de los intereses geopolíticos en la zona por parte de las grandes potencias y la razón por la que ese área será el escenario de dicha rivalidad es doble.
Por un lado, Rusia ha identificado recursos naturales abundantes y está desarrollando su propia ruta marítima septentrional, menos costosa y más rápida de transitar que las alternativas de navegación tradicionales, todo ello dentro de sus aguas territoriales.
Estados Unidos ya ha declarado tanto su objetivo, ante esta realidad, de impugnar esa ruta naval como su ambición de controlar esos recursos naturales.
Por otra parte, las relaciones entre Occidente y Rusia continuarán deteriorándose, mientras que los vínculos de Rusia con el Oriente están mejorando día a día.
Así, EEUU está aumentando su despliegue militar en la región ártica y la diplomacia en torno a ella se está socavando.
Esta tendencia no es de carácter pasajero, dado que es anterior al comienzo del conflicto actual en Ucrania, y tiene su origen en un discurso de confrontación que Mike Pompeo, anterior secretario de Estado de EEUU, pronunció en una reunión del CA en 2019.
La fiebre del Ártico se extiende y la región se convertirá en un espacio para la competición dura e intensa entre las grandes potencias durante los próximos años.