
Como diputado constituyente mi firma consta en el facsímil de la Constitución de 1978 cuyo contenido va a jurar la heredera del Trono. Me hubiera gustado asistir al acontecimiento. Pero la presidenta del Congreso no se acuerda de quienes en aquellas fechas sentimos la llamada para participar en la política de una España ilusionada con una nueva etapa de concordia y esperanza. Y, probablemente, no encuentra lugar para estos nostálgicos que ahora las nuevas generaciones consideran lejanos y, en algunos casos, equivocados.
Tendré que verlo en la pantalla de la televisión. Sentiré no estar en directo, porque la Constitución consolidó la monarquía parlamentaria y, a la vez, la monarquía consolidó la democracia que apoya la Constitución. Ambas instituciones son ejes fundamentales de la España actual.
Una España de la que me siento orgulloso. Los logros económicos son notables y los institucionales también. España forma parte de la Unión Europea, la zona más avanzada del mundo tanto política, como social y económicamente. Las cifras lo corroboran y sólo la ceguera ideológica impide ver el enorme avance que entre todos hemos hecho apoyándonos en ambas instituciones.
Por eso, es un gran acontecimiento que, a través de la heredera, la tercera generación afiance la unión entre monarquía parlamentaria y Constitución. Símbolo de la continuidad y la vigencia de ambas.
En España hay republicanos. En la Transición los monárquicos no eran muchos. Durante los primeros años de la democracia se acuñó el término juancarlistas para expresar la adhesión a un monarca que canalizó los deseos de libertad de España. Sobre todo después del golpe del 23-F, cuando un tal Tejero quiso secuestrarnos a los diputados y el rey paró su intento. Un acto que algunos desmemoriados olvidan.
Dicho esto, creo que es loable ver ahora el resurgimiento de la monarquía como garante de las libertades, la democracia y la unidad de España y los españoles. En estos momentos en los que los políticos figuran en los puestos más bajos de la estima de los españoles en todos los rankings, la figura de don Felipe VI se está consolidando como un árbitro suprapartidista, independiente, sereno y garante de la unidad de España. Las últimas decisiones sobre la investidura, y sus declaraciones en los diferentes foros a los que acude, afirman su papel en este sentido.
Por eso es importante la continuidad en la sucesión en la Corona. Una de las aportaciones que debe hacer la monarquía es esa seguridad institucional de continuidad. Primero teniendo herederos, pero también inculcándoles el sentido de responsabilidad que ello supone; haciendo que asuman el sacrificio que ello conlleva. En este mundo de la transparencia informativa "no hay nada oculto que no acabe sabiéndose". Por eso la ejemplaridad de los componentes de la Corona no se refiere sólo a su esfera pública. También a la privada. A la Familia Real hay que pedírselo por el bien de los ciudadanos.
Los nobles aragoneses en la coronación del rey declaraban: "Nos, que somos y valemos tanto como Vos, pero juntos más que Vos, os hacemos Principal, rey y señor entre los iguales, con tal de que guardéis nuestro fueros y libertades y si no, no".
Ahora ya no son los nobles, somos los ciudadanos españoles que decimos a la heredera al jurar la Constitución y, en el futuro, si llega su coronación: "Nos, los ciudadanos españoles que somos y valemos tanto como Vos, pero juntos más que Vos, os hacemos Principal, Alteza y Señora entre iguales, con tal de que guardéis nuestra Constitución y libertades, y si no …"
Su Alteza Real doña Leonor, Princesa de Asturias, al jurar acepta esa gran responsabilidad. El 31 de octubre de 2023 adquiere ese compromiso con toda la ciudadanía española. Con toda; con los españoles: de origen e inmigrantes; de un genero u otro; de todos los niveles económicos, culturales, sociales; de todos los territorios… Un peso enorme para sus 18 primaveras, como se decía antes.
Su Alteza va a ser analizada en cada uno de sus comportamientos, públicos y privados. De lo más superficial a lo más profundo.
Los expertos en moda ya están afilando sus lápices, esperando que les dé ocasiones para alabarla por su elegancia discreta, y que evite que tengan que hacer crítica despiadada, como ellos saben.
Mientras, la ciudadanía analizará sus movimientos sociales y personales, sus opiniones expresadas o insinuadas. En estos momentos, mirarán en especial sus pasos en su formación, que es el reto que tiene estos años. Dentro de unos pocos años sus "amistades" (¡ay, qué difícil es acertar!).
Ese es su trabajo por ahora, actuar de manera que pueda ser un espejo en el que se vean representados los españoles. Ya le llegará el momento de tomar decisiones de reinado, que no de gobierno. Para entonces tiene que haberse ganado la auctoritas en una España que fue juancarlista, que puede ser felipista, y que ella tendrá que hacer "monárquica" a secas. Y si no...