
La Agenda Urbana Española (AUE) de 2019 marcó la hoja de ruta y el marco de referencia para que pueblos y ciudades pudieran consolidar y avanzar en un desarrollo más sostenible, integrado y planificado.
Esta idea de planificación, intrínseca al conjunto de las Agendas Urbanas, ha de determinar su propia naturaleza esencial como instrumento de planificación de los territorios a los que se refiere, pero ¿se trata en verdad de un plan?
Sobre esta cuestión, el único adjetivo de la Agenda, urbana, quizás nos pueda llevar, sino a equívocos, sí a limitaciones no deseadas para un instrumento que ha de ser no solamente programático sino además consustancialmente transversal. ¿Hablamos de un plan urbano o de urbanismo como algunos plantearon en su día? ¿Se han de asimilar estos instrumentos a los planeamientos urbanísticos?
Ni una cosa ni la otra. En primer lugar, porque su ámbito de aplicación no se limita, en absoluto, a los territorios urbanos como lo demuestra la propia AUE tanto por referencia a su ámbito nacional de acción como por el hecho de que ésta tenga como especial protagonista también a los territorios rurales, a modo de una contraposición "coaligada" respecto de los urbanos.
Por otro lado, las Agendas Urbanas como instrumento, además de su contenido plural y de su naturaleza transversal, no guardan una especial relación con esos planes de urbanismo "tradicionales", en los que la ordenación de su ámbito (no sólo urbanística sino también jurídica, y además estrechamente relacionada con el régimen jurídico de la propiedad inmobiliaria) constituía su principal objetivo.
En este caso se trata más bien de un plan global y estratégico de medio y largo plazo que tiene en cuenta distintos aspectos económicos, sociales y territoriales.
Estos aspectos van más allá de los urbanísticos de ordenación (a los cuales no suplantan sino que orientan a modo de directrices), y no solo esto, sino que conforman además un proceso continuo de reflexión sobre la ciudad o el territorio al que se deben, sobre cómo es y cómo desean los ciudadanos que sea.
Desde este punto de partida, para los que hemos tenido la oportunidad de participar en la confección de alguna Agenda Urbana en su respectivo ámbito territorial y profesional (en mi caso la del municipio de Talavera de la Reina), deberíamos vernos inmersos ahora en una segunda fase de su desarrollo, dedicada a su efectiva implementación.
Se seguiría así caminando en una secuencia lógica a la que habrían de seguir las fases de seguimiento y evaluación, así como, en su caso, de innovación o adaptación de las Agendas aprobadas.
La meta, hoy por hoy, es por tanto es esa necesaria implementación. Imprescindible para que las Agendas sean instrumentos efectivos con resultados prácticos en el territorio y en la ciudadanía, lo que en definitiva constituye su objetivo principal.
Como señala el lema del II Foro Urbano Español celebrado en la ciudad de Granada los días 16 y 17 de octubre, se trata de pasar "de la planificación a la acción"; de concretar y hacer efectivos cada uno de los objetivos y medidas contenidos en cada una de las Agendas hasta ahora planteadas.
Este es el reto actual y, sin embargo, quizás no se produzca en varios de los ámbitos y territorios que se dotaron de Agendas Urbanas en tiempos recientes; bien por el desinterés, bien por el negacionismo de algunos de sus nuevos responsables públicos que han extendido, sin mayor criterio ni profundidad, su rechazo a otro documento, como es la Agenda 2030 de Naciones Unidas, a las Agendas Urbanas.
Esperemos que estas amenazas finalmente no se concreten y que el instrumento vaya haciéndose efectivo en beneficio de la colectividad y sin perjuicio de las adaptaciones que los nuevos tiempos requieran o que los nuevos responsables públicos estimen necesarias.
En otro caso la trascendencia de las Agendas Urbanas aprobadas no pasará de ese hecho: de su aprobación, y no trasladarán ni podrán realizar las medidas de mejora de sus ámbitos y destinatarios contenidas en su cuerpo.
Éste, de haberlo, debería ser el debate. Más que sobre el instrumento en sí, sobre el contenido del mismo y los beneficios que el mismo es capaz, o no, de procurar como fiel hoja de ruta, como agenda, como planificación de un conjunto plural pero intensamente interrelacionado de políticas públicas a desarrollar en un territorio buscando siempre el mayor beneficio de su ciudadanía.
Es por tanto fundamental, tras la fase de elaboración de las Agendas, donde se consiguió un importante eco gracias fundamentalmente tanto a la labor de las Administraciones implicadas y, en particular, del Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana (MITMA), como a las diferentes acciones participativas desarrolladas en esta etapa y en la consiguiente de aprobación, desarrollar y alcanzar la fase de implementación del instrumento y la identificación con éste de las medidas realizadas -y sus efectos- en base a sus propuestas.
Pasar, en definitiva y como hemos dicho, de la planificación a la acción. Pasar, en un símil con términos urbanísticos si se quiere, de pensar en el diseño de un espacio público en un planeamiento a ejecutarlo físicamente transformando así de manera efectiva la ciudad, mejorándola y mejorando, en definitiva, la calidad de vida de sus habitantes. "Allí donde unos veían la abstracción, otros veían la realidad" decía Camus en su obra La Peste y esto es lo que hoy toca.
Viceconsejero de Planificación Estratégica de Castilla-La Mancha