
Como a muchos españoles, me resulta inevitable ponerme en guardia y adoptar una postura recelosa cada vez que se anuncia un próximo cambio de carácter fiscal. Se trata de una reacción atávica que creo que se fundamenta en el cinismo subyacente con el que todos los que hablamos castellano abordamos este tema.
Es imposible encontrar una palabra más antipática y opresiva que "impuestos" para referirse a los instrumentos que el sector público utiliza para obtener recursos de sus ciudadanos. Nada que ver con el aséptico taxes (tasas, sin más) que utilizan los anglosajones. El amigable término alemán Steuer llega incluso más lejos ya que, en algunos contextos, significa incluso "derecho" accesible a los contribuyentes.
En el caso de la posible rebaja, o supresión completa, de la deducción en el IRPF por la tributación conjunta, el rechazo se vuelve inevitablemente más visceral, personal incluso, aunque solo sea por el hecho de que mis propios padres siempre hicieron su declaración de este modo, como millones de familias españolas de clase media.
Dicha reacción se acrecienta considerando los argumentos que esgrimen los fiscalistas (de indudable prestigio, quién lo duda) contra esta reducción en el Impuesto sobre la Renta. Nadie les discute que este tipo de figuras desparecen en los países semejantes a España. Pero resulta más difícil comulgar con la idea de que esta deducción tiene efectos machistas (utilizando el término con más de un grano de sal), debido a que desincentiva la búsqueda de trabajo por parte de las mujeres.
Consulto a otro fiscalista, también de peso, quien me confirma que le sorprende la conexión directa establecida entre un incentivo fiscal tan relacionado con la renta personal, por un lado, y un problema de raíces tan complejas (sociales, económicas, culturales, políticas...) como el que tiene que ver con el todavía insuficiente peso de las mujeres en el mercado laboral español.
¿De verdad podemos esperar que miles de ellas, muchas alejadas de la población activa durante años, saldrán a buscar trabajo debido a la supresión de la tributación conjunta? Nadie duda de que las sociedades cambian y este tipo de figuras perderán sentido. No obstante, las prisas por defenestrarla delatan más un afán recaudatorio que el propósito de contribuir a una mayor emancipación de la mujer.