
Los bancos tiraron ayer a la baja del Ibex y cerraron la sesión con pérdidas. La razón de ello estuvo en las declaraciones de la vicepresidenta Nadia Calviño en las que dejó abierta la puerta a una posible prórroga del impuestazo a la banca, aunque condicionada a cómo evolucione la situación económica y los beneficios del sector financiero.
Esto generó importantes caídas en las cotizaciones de todos los bancos, pero más aún en aquellos más expuestos al negocio nacional. Así, Sabadell terminó el día con una caída del 4,31%, mientras que los títulos de CaixaBank, Bankinter y Unicaja retrocedieron en el entorno del 3%.
El mal desempeño del sector en bolsa es comprensible. Más aún si se tiene en cuenta que la tasa temporal (de momento se aplica en 2023 y 2024), ya se ha llevado por delante 1.120 millones de beneficios de los bancos. Pese a ello, las entidades cerraron el segundo semestre con una mejora de sus ganancias del 21% respecto al año anterior por su buena gestión y por el positivo impacto de las subidas de tipos en sus balances.
No obstante, agarrarse a este dato para alargar el golpe impositivo al sector supondría un grave error. Primero porque ahondaría en la injusticia que supone castigar a unas entidades por beneficiarse, con lógica, de un escenario más positivo, tras más de una década de tipos cero, que hundió su rentabilidad. Un contexto beneficioso que, además, puede darse la vuelta si la situación económica empeora, que es a lo que apuntan los últimos datos de PIB e inflación.
Asimismo, el impuestazo es uno de los motivos que impide a las entidades ofrecer más remuneración por los depósitos. Por tanto, la mejora de resultados no debe servir de ariete para demonizar al sector y justificar sine die la vigencia del gravamen.