
Se veía venir. Tanto fue a la fuente el cántaro de los tipos de interés que acabo derramando las piezas de las economías europeas con el motor alemán a la cabeza. Así, mientras el Banco Central Europeo (BCE) volvía a subir los tipos de interés hasta el 3,75%, el máximo desde noviembre de 2008, Eurostat confirmaba que Europa entraba oficialmente en recesión al registrar un crecimiento negativo del -0,1% por segundo trimestre consecutivo, como consecuencia de la caída del consumo y la inversión. Y lo más grave del asunto es que amenazan con nuevas subidas antes y a lo largo del verano.
Un empecinamiento lindante con la incompetencia el de la actual dirección del BCE, con su presidenta, Christine Lagarde, al frente que recuerda los tiempos del infausto Jean-Claude Trichet, y sin que tengamos, o al menos no se atisba, ningún super Mario Draghi que lo enmiende, como ocurriera en 2011.
Cómo hemos reiterado desde estas mismas líneas en ocasiones precedentes, en el caso que nos ocupa hoy en Europa y en España es evidente que tras la fuerte desaceleración de las economías derivadas del Covid y de la invasión de Ucrania, con caídas relevantes en la actividad y en el consumo, aderezadas por los graves problemas de suministro de materias primas y productos intermedios, estamos ante un caso claro de inflación de costes. Es decir que la escalada de los precios no se produce por un exceso de demanda sino por el encarecimiento de los costes de producción, energéticos, de transportes, salariales y por un incremento abusivo de los impuestos y las cotizaciones.
Un caso singular en el que aplicar medidas indiscriminadas de alzas en los tipos de interés para restringir el dinero en circulación de las empresas y particulares, elevando también el precio de las hipotecas y los créditos, dañando la capacidad de las empresas para financiar su actividad, induce a provocar caídas del consumo y la inversión con las consiguientes repercusiones negativas sobre la producción y el empleo que terminarán por provocar una recesión más larga y profunda, con la consiguiente destrucción de puestos de trabajo y el aumento de los niveles de pobreza.
Elevar más los tipos de interés contraerá el consumo y retrasará las inversiones
O, como explica Stanilas Jourdan, director ejecutivo de Positive Money Europe, "elevar más los tipos en este contexto contraerá aún más el consumo, retrasará las inversiones y también deteriorará el mercado laboral".
Recesión en Europa que, de momento no afecta a España, pero no porque vayamos mejor que el resto de los socios de la Unión, sino porque el crecimiento de la economía española está maquillado por el impulso del turismo, y porque todavía somos el alumno más retrasado de la clase, el único que todavía no ha superado la asignatura del PIB anterior a la pandemia, y el sigue recibiendo un "cero zapatero" en el empleo, con una tasa de paro del 12,7%, que duplica la media de la UE, y del 28,4% en paro juvenil.
Pero que todavía no estemos no significa que estemos exentos de peligro, sobre todo porque la recesión alemana nos perjudica especialmente si tenemos en cuenta que Alemania es el segundo cliente mundial de las exportaciones españolas después de Francia y el segundo emisor de turistas hacia España tras el Reino Unido, además de ser el quinto mayor inversor extranjero en nuestro país con un stock de inversión directa superior a 33.000 millones de euros. En la actualidad son más de 1.800 empresas españolas con capital alemán que mantienen más de 210.000 empleos directos.
De momento dos datos preocupantes, la producción industrial de España ha caído un 4% en mayo, el mayor descenso desde mayo de 2021, mientras que el número total de contratos registrados en ese último mes ha sido de 1.412.061, cifra que supone 228.534 contratos menos, el 13,93%, sobre el mismo mes de 2022. Por su parte, la contratación acumulada en los cinco primeros meses de 2023 se eleva a 6.170.023, lo que supone 1.632.895 contratos menos, el 20,93%, que en igual periodo del año anterior.
Si la contratación es un indicador de la actividad económica, esta nos indica que se está produciendo una ralentización de la misma y que ya está afectando al empleo. Esta es la realidad de España hoy y lo demás fabulaciones propias de la campaña electoral.