Opinión

Las piedras del hambre

  • Los agricultores y ganaderos cifran ya las pérdidas de producción en 4.000 millones
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Arranca la campaña electoral con un paquete de ayudas directas al sector agrario de algo más de 636 millones con el fin de contentar a agricultores y ganaderos que se va a revelar en serio y que pide, cargado de razones, pasar del diagnóstico a la acción ante la grave sequía que afecta a buena parte de nuestro país y que asfixia y al 80% del campo español y produce perdidas irreversibles en más de 5 millones de hectáreas de cereales de secano.

El diagnostico por parte del campo está hecho; producciones perdidas por las dramáticas cosechas, elevados sobrecostes por la falta de precipitaciones, a lo que se le une las subidas en el precio de la energía, y la inflación galopante que nos azota. Todos estos ingredientes que han puesto en jaque a la producción agrícola, y al agricultor, no van a poder ser paliados por el agricultor con el montante de las ayudas aprobadas. Cierto es, que toda ayuda resulta necesaria, pero resultan insuficientes, incluso si lloviera, y no van a salvar la vida a nadie en comparación con las pérdidas de producción de cultivos que agricultores y ganaderos evalúan en unos 4.000 millones y con un incremento del coste de los piensos en torno a 6.000 millones. Mucha exención de impuestos, mucha bonificación en el seguro agrario y en el canon del agua, pero poca ayuda directa.

Las previsiones son nefastas comentan los representantes de los agricultores, en poco tiempo ya no se hablará de subidas de costes, o de pérdidas de cosechas, sino de pérdidas de plantaciones en las zonas afectadas. No habrá forraje, el ganado se tendrá que alimentar con pienso, que es mucho más caro, lo que unido a la subida del precio de la energía provocará una subida en el precio de la carne. Y no vale poner paños calientes con que la guerra de Ucrania subió el precio de la energía. El año pasado que no había guerra, la producción de aceite de oliva se quedó sin existencias por la merma de la cosecha provocada por la sequía lo que derivó en menos oferta e hizo subir el precio, lo mismo ocurrió con la leche y con los huevos.

El paquete de ayudas también va dirigido a la construcción de infraestructuras hidráulicas en las cuencas más afectadas. Las infraestructuras irán a la construcción de pozos de sequía y conexiones. También se realizarán parques fotovoltaicos en las zonas de Tajo, Segura y Júcar para abaratar el bombeo y desalación de agua, a la vez que se determinará un precio máximo para el agua desalada de manera que sean asequibles para los regantes. Dice la ministra.

Esta sequía que nos asola, octava desde que empezaron en los años 60, suele ser cíclica y dura 5 años. Tan difícil era preverlo. Y si estas inversiones ya aparecían recogidas en los planes hidrológicos, tal y como señala la ministra, más de uno se preguntará porqué quedaron sin ejecutar y no han sido aprobadas hasta ahora.

En la Cataluña interior los embalses están en reservas del 26% y en las cuencas del Guadiana y el Guadalquivir, en porcentajes parecidos. Al déficit hidráulico que la Mesa de la Sequía situó en un 23,5%, se le unieron las altas temperaturas. No es lo mismo una sequía con temperaturas de la época que con temperaturas elevadas que provocan que el agua se evapore en un plis plas. Hasta los 30 grados subió la temperatura en el mes de abril.

A la falta de lluvias y de previsión e improvisación, se le unió la amenaza de la destrucción de los embalses. Tal fue el caso del embalse de Valdecaballeros que abastece de agua a 3 municipios, aunque parece que el asunto no pasará a mayores. Quizá recordaron las palabras de Paolo de Casto, presidente de la Comisión de Agricultura en el Parlamento Europeo que afirmó categóricamente que no se pueden destruir embalses, ni presas, y menos con el déficit de lluvias que tenemos. Lo que hay que hacer es que toda el agua que cae sea aprovechada y retenida. Piense el lector que un tercio de la lluvia que cae se va al río, otro tercio se infiltra y otro tercio se evapora. No se entiende la demolición de presas en un país asolado por la sequía. Tenemos 1.200 presas y de estas, 450 se construyeron durante la democracia. Lo que hay que hacer es más infraestructuras de almacenamiento.

Como tampoco se entiende que no se haga una política de trasvases interconectando todas las cuencas para poder suministrar agua, allá donde falta, o que grandes sobrantes del río Tajo se pierdan en Portugal. Hay que el depurar agua con el fin de incrementar las reservas en un 15%., como también sería necesario analizar los planes de contingencia que tenemos para afrontar una sequía prolongada.

A la sequía hay que unirle el debate sobre el cambio climático. No soy negacionista, pero tampoco le doy dogma de fe. Tenemos el regadío más tecnificado del mundo que convive con regadíos tradicionales. Pero la nueva religión del cambio climático plantea retirar 1 millón de hectáreas de regadío y los políticos, ay los políticos, asienten, y asienten. Y como nadie se atreve a plantarle cara a la nueva religión, ésta gana por 10 a 0 al agricultor, que dicho sea de paso ha pasado a ser visto como un empresario contaminante por la nueva religión mientras se rinde gran culto al oso, al lobo, o a cualquier animal salvaje.

La batalla está perdida a pesar de que seamos un país sostenible ambientalmente. El 40% de nuestra superficie es forestal, el 14% dedicada a pastos, el 4% espacios abiertos, y el 2% a ríos o espacios húmedos y el 40% restante, dedicado a la agricultura a pesar de que no somos un país eminente agrícola por las características de nuestro suelo; pendientes, vientos, etc... Pero gracias al Agua, lo somos. ¿Se ha destrozado el territorio como chirrían los ecologistas? Pues eminentemente no. No, no se ha destrozado el territorio. Y para demostrarlo no hay nada mejor que recurrir a las cifras. En nuestro país de 1993 a 2020, el incremento de las zonas de bosque o forestales han pasado de 13 millones de hectáreas a 20 millones de hectáreas. España no está desforestada. La solución no es repoblar y repoblar el bosque, sino conservarlo y utilizarlo. Por lo tanto, el mito de la desertización se desmonta. Piense el lector que el crecimiento de los bosques impide la escorrentía superficial del agua y, por otro lado, las cotas de nieve han subido. Antes el pirineo era un pedregal lo que favorecía la escorrentía del agua, ahora el pirineo son bosques, bosques y más bosques. Mientras tanto, sigilosamente, aparecen las piedras del hambre en los ríos. Su aparición significa desgracia. Y ya lo saben. Si me ves, llora, rezan las piedras.

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