
El fin de los contratos firmados para la campaña de Navidad provoca que la Encuesta de Población Activa (EPA) del primer trimestre del año siempre ofrezca datos negativos. Y este año no ha sido una excepción.
De hecho, la única nota positiva reside en la cifra de ocupación, que si bien cae, lo hace solo en 11.100 empleos, logrando el menor descenso en un arranque de año desde 2007. Un dato que ha servido al Gobierno para sacar pecho, celebrando incluso la "aceleración del empleo" en el primer trimestre del año. Un triunfalismo que está fuera de lugar al desvelar la EPA que el paro aumentó en 103.800 personas entre enero y marzo, en el que es el mayor aumento del desempleo en un primer trimestre desde que estallara la pandemia. Esto hace que la tasa de desempleados vuelva a superar la barrera del 13%, tras permanecer nueve meses por debajo de dicha cota. Por si fuera poco, se debe tener en cuenta que el mal desempeño del mercado laboral en el inicio de 2023 no se puede achacar a factores externos como el impacto de ómicron, el estallido de la guerra de Ucrania y una inflación cercana al 10%, que lastraron las cifras del pasado año. Si a todo lo anterior unimos que la tasa de desempleo juvenil vuelve a superar el 30% y que los hogares con todos los miembros en paro está en máximos desde septiembre de 2021, se puede concluir que el comportamiento del mercado laboral es claramente negativo. Más aún si se tiene en cuenta que las cifras ya incluyen el impacto de una reforma laboral impulsada por Yolanda Díaz que, pese al triunfalismo del Ejecutivo, se revela como notoriamente insuficiente para evitar que nuestro país siga liderando, por mucho, la tasa de parados de la UE.