Opinión

Innovación regulatoria para acelerar la Transición Energética

  • Planea más que nunca la sombra de la 'canibalización fotovoltaica' de los precios
  • El almacenamiento es una pieza clave del puzzle de la transición a energías sostenibles

El sistema energético español prosigue su descarbonización a buen ritmo, con 20,7% de penetración renovable sobre la energía final en 2021, y 46% sobre la demanda eléctrica. Existen abundantes proyectos renovables en desarrollo, principalmente fotovoltaicos y eólicos, especialmente tras el elevado éxito reciente en la obtención de Declaraciones de Impacto Ambiental. Hasta tal punto la cartera de proyectos es elevada, que planea más que nunca la sombra de la temida "canibalización fotovoltaica" de precios que podría frenar el desarrollo de los llamados proyectos merchant al dificultarse la financiación.

Existen varios elementos de flexibilidad mitigantes de este "desperdicio inevitable" de recursos renovables que llamamos los "vertidos", como son el vehículo eléctrico, la electrificación del calor mediante bombas de calor, las interconexiones eléctricas, la producción de hidrógeno verde, o el almacenamiento, entre otros. La problemática a la que nos enfrentamos es que las energías renovables nuevas están llegando al sistema eléctrico más rápido que los citados elementos de flexibilidad, los cuales esperamos comenzarán a ser relevantes hacia finales de la década.

El sector eléctrico en bloque considera que el almacenamiento es una pieza clave del puzzle de la Transición Energética, y el propio Gobierno le otorgó un papel central en su Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) y su Hoja de Ruta para el año 2030, al considerar 12 gigavatios de nueva construcción en distintas tecnologías (el equivalente en potencia a 12 reactores nucleares). Existen proyectos potenciales, capital y apetito inversor para su desarrollo; y sin embargo éste se encuentra en una interesante encrucijada: los números hoy por hoy no salen con la regulación actual.

Un problema es que de no desarrollarse todo o una gran parte del almacenamiento objetivo, que es muy razonable, el resto del plan queda en riesgo. El almacenamiento nos aporta muchas ventajas: por una parte, seguridad de suministro en las horas con poco sol y viento y, por otra parte, integración de renovables en las horas con mucho sol y viento para utilizar dicho recurso en horas posteriores y reducir el consumo de combustibles fósiles.

Entonces, ¿cómo podemos incentivar el despliegue del almacenamiento? ¿Y cuánto almacenamiento debemos incentivar? Estas han sido las preguntas planteadas en un estudio colaborativo de numerosos agentes del sector de la energía, liderado por la consultora especializada en energía AFRY. Para responder a estas preguntas, hace falta pensar en clave de país y modelizar el coste de los incentivos necesarios, así como los beneficios para el consumidor, buscando maximizar el concepto del 'bienestar socioeconómico'.

En esta línea, el Gobierno lleva tiempo trabajando y discutiendo con Europa el desarrollo de un mecanismo de capacidad, que antes o después llegará; confiemos en que sea más pronto que tarde. Pero podemos y debemos ir más allá. Es momento no sólo de innovación tecnológica, sino también y, sobre todo, de innovación regulatoria. Porque "si la potencia sin control no sirve de nada", decía un anuncio, la tecnología sin rentabilidad tampoco. Las baterías en masa están listas, varios proyectos de bombeo hidráulico avanzan, los inversores tienen la chequera abierta… pero falta una rentabilidad creíble que está en manos del Regulador posibilitar.

El almacenamiento vendrá, pero llegará a tiempo sólo si lo atraemos con una regulación innovadora y certera, debidamente armada con un soporte analítico a prueba de Europa. Y lo haremos, porque sin almacenamiento se frenará la Transición Energética. Ingenieros, economistas, juristas de la energía, ¡innovemos!

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