Opinión

Del sainete a la tragicomedia

Santiago Abascal, presidente de Vox

Se equivocaba Santiago Abascal, también en esto, cuando reprochaba a los periodistas que ya tuviéramos escrita la crónica de su moción de censura. Se equivocaba, al menos en lo que concierne a este cronista, porque si bien pensaba escribir la reseña de un sainete, me encontré reseñando un tragicomedia. La protagonizada por Calixto Abascal y Melibea Sánchez en una relación de amor odio interesado, con Núñez Feijóo como convidado de piedra y Ramón Tamames de artista invitado.

Un invitado de excepción con más educación, inteligencia y capacidad intelectual que el 90% de los diputados que hoy ocupan los escaños de la Cámara, incluido el banco azul, y que más que el discurso de un candidato se regaló una conferencia académica para enfrentar a Pedro Sánchez ante la realidad de sus contradicciones, sus mentiras, su autocracia y los desastres de una gestión que han reducido España a la condición de una democracia secuestrada por el asalto gubernamental a la separación de poderes –"Montesquieu es un invitado molesto", le espetó-, y por convertirse en rehén de sus socios de la Frankestein. Los golpistas catalanes a los que indulta y rebaja las condenas por malversación, y los EH Bildu herederos políticos de ETA, con los que, dijo, nunca llegaría a pactar y cuyo blanqueamiento es una traición a la memoria de Fernando Múgica, Ernest Lluch y tantos socialistas asesinados por los terroristas.

Una España que sí describió con acierto el profesor Tamames reflejando a Pedro Sánchez en el esperpéntico espejo cóncavo de su gestión económica y social, que ha llevado a España a ser el único país de la Unión Europea que todavía no ha recuperado el PIB anterior a la pandemia, a ser el líder el desempleo de los veintisiete, duplicando la media de la Unión, y el campeón en paro juvenil. A rebajar el poder adquisitivo de los salarios de los españoles a niveles de 1996, a tener una deuda pública que supera el 116,1% del PIB, la cuarta mayor de todos los países de la UE, a someter a los españoles a un esfuerzo fiscal que es un 53% superior a la media de nuestros socios europeos, además de llevar a 12,1 millones de españoles, el 26,1% de la población a estar en riesgo de pobreza y exclusión social.

Esa es la España real y no la que dibujo el presidente del gobierno con un discurso soporífero y plagado de autocomplacencia. La España de los ERE de Andalucía, del Tito Berni, de la dimisión de la directora general de la Guardia Civil por presunta corrupción de su marido y del PSOE andaluz. La España de un gobierno que se autodefine como el más feminista de la historia cuando es el gobierno de la historia que mayor daño ha hecho al feminismo con la aberrante ley del "si es si" que ha dejado en la calle a más de 70 violadores y pederastas y rebajado la condena a más de 700, sin haberse dignado todavía a pedir perdón o interesarse por las víctimas. Eso, además de por la disparatada "ley trans", que rebaja la condición de mujer a una mera cuestión administrativa.

La España de un gobierno que supera la media de inflación de la UE y de la Eurozona, que aprueba una reforma del sistema de pensiones que supone una pérdida de contribuciones por la que los trabajadores pagarán más sin ver aumentada su pensión, y que se erige en adalid de la creación de empleo cuando los datos de febrero muestran que tenemos más de 4 millones de parados, contando las personas registradas en el SEPE y que no están ocupadas mientras los contratos realizados son un 25% menos que en el mismo mes de 2022.

Porque razones para la censura a este gobierno y a este presidente las hay a cientos pero posibilidades para sacarla adelante ninguna y beneficios sólo para el censurado que tiene en Vox a su más eficiente servicio de rescate arrojándole, otra vez, el salvavidas que le permite salir a flote, al menos de momento, cuando más hundido estaba en las encuestas, dividido internamente y desprestigiado socialmente, mientras el Parlamento se alejaba aún más de los problemas y las necesidades del país y de la calle. Se acabó la función, volvamos a la realidad.

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