Comienza Adam Smith su famosa "Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones" explicándonos de qué depende el mayor o menor producto de una nación respecto del número de sus habitantes. Le parece claro al escocés que cuanto mayor sea ese cociente (producto/población), mejor vivirán dichos habitantes y no se verán las naciones "obligadas muchas veces, o así lo imaginan en su ignorancia, a matar a sus hijos, ancianos y enfermos crónicos".
Dicho producto, nos dice, estará en función de la "proporción entre el número de los empleados en una labor útil y aquellos que no lo están", por un lado, y en algo que podemos denominar la productividad del trabajo, por otro. En términos sencillos, cuantos más individuos del total que componen el conjunto social se dediquen a la producción, y con más eficiencia, el producto social (el PIB diríamos hoy) será mayor para una misma población. Y de hecho, Smith da mayor importancia a este extremo, la productividad, qué a aquel, la proporción de productores respecto del total de la población.
Esa eficiencia o productividad de los empleados en tareas útiles dependen, a juicio del escocés, de tres factores. Los dos primeros serían la aptitud y la destreza. Creo que nadie podría oponer nada a esta afirmación. La aptitud bien podría entenderse como una cierta predisposición o talento natural para un cometido concreto. La destreza se adquiriría con el estudio y la experiencia. Así, alguien podría tener una mayor aptitud natural para el cálculo y, con estudio y experiencia, adquirir la destreza para convertirse en un ingeniero que calcula la resistencia de los materiales, o en un contable que determina un beneficio. Pero esto no explicaría todavía su productividad. Ni la del individuo concreto, ni la de la sociedad compuesta por individuos.
El tercer factor que operaría sobre la aptitud y la destreza para explicar la productividad sería para Smith la sensatez. Llevado al extremo, sin sensatez de nada servirían la aptitud y la destreza.
Y un poco esto es lo que sospecho que comienza a pasarnos en Occidente. Las aptitudes, como conjunto, las tenemos, porque el elevado número de la población y la división del trabajo, al margen de la poca importancia que comienzan a tener las características físicas de los individuos, nos aseguran que haya individuos con predisposiciones naturales casi para cualquier desempeño. Las destrezas, dado el conocimiento acumulado y su transmisión más o menos exitosa, pueden adquirirse con el tiempo.
Pero ¿y la sensatez? ¿Estaremos agotando los depósitos de sensatez y de nada nos servirán nuestras aptitudes y destrezas? Ejemplos de insensatez a lo largo de la Historia, hemos conocido muchos que han arruinado a las naciones. En el ámbito financiero con frecuencia: ahí tenemos la famosa crisis de los tulipanes en el primer tercio del siglo XVII en los Países Bajos. Sabemos que acabó con bancarrotas e impagos que sacudieron a todas las clases sociales del país.
En el ámbito de la política económica, también encontramos ejemplos de insensatez. El Edicto sobre precios máximos, o Edicto de Diocleciano, en el año 301 fijó los precios de más de 1.300 artículos, así como de los salarios de la mano de obra necesaria para producirlos. La acuñación constante de moneda para afrontar el déficit público y la fijación de muchos salarios, como los de los militares que eran el gran cuerpo de empleados públicos de la época, no detuvieron la inflación y empobrecieron a los más humildes. Además, se produjo desabastecimiento de muchos bienes necesarios e, incluso, se colapsó el comercio tan necesario para adquirir lo que no se produce.
¿Es la Unión Europea un ente político especialmente insensato? Insensata, al menos, parecen haber sido las políticas fiscales de muchos de sus países miembros, la monetaria de su banco central y determinadas políticas incentivadoras de algunas producciones y consumos en detrimento de otros, que no vienen sino generando burbujas sectoriales. La tormenta perfecta que se ha alcanzado en este último trienio parece corroborarlo. Suiza, probablemente uno de los lugares más aburridos del mundo, así parece refrendarlo con sus muy buenas cifras económicas en comparación con las de la UE.
Y en España ¿es la insensatez mayor aún? Las cifras peores de la UE y las declaraciones del gobierno parecen corroborarlo.