Opinión

Después de la inflación, ¿vendrá el buen tiempo?

En 2022, los mercados financieros estadounidenses se movieron inequívocamente al son de la inflación y la batalla librada contra ella por la Reserva Federal (Fed). Ante este escenario, es inevitable preguntarse: ¿qué ocurrirá en 2023?

La publicación de los datos de diciembre de la inflación estadounidense permite dibujar en su totalidad la trayectoria de los precios a lo largo del año 2022. Por una vez, las previsiones acertaron de pleno, señal de que los economistas afinaron sus modelos con mayor precisión después de haber estado navegando a ciegas y haber subestimado la magnitud y la persistencia de las tensiones en los precios. Así, el aumento de los precios al consumo en EE. UU., que se sitúa en el 6,5 % interanual, muestra, claramente, un descenso después del pico del 9,1 % alcanzado el pasado mes de junio. Por tanto, las proyecciones para los próximos trimestres van encaminados hacía el mismo sentido. A partir del próximo mes de marzo, a menos que se vuelvan a disparar de nuevo los precios del petróleo, la contribución de la energía pasará a tener un efecto claramente negativo en los precios. Con una inflación cada vez más controlada, es un paso lógico pensar que, al menos, las acciones de la Fed no serán más restrictivas. Los mercados de tipos de interés ya han dado ese paso al anticipar el fin del ciclo de subidas a partir del segundo trimestre, a lo que seguirá rápidamente un ciclo de recortes que arrancará antes de finales de año.

Sin duda, los avances positivos de las bolsas en este comienzo de año y el retroceso de las primas de riesgo de los bonos y los tipos sin riesgo cristalizan esa mejora de la visibilidad sobre la trayectoria monetaria de la Fed; una visibilidad que ha estado perturbada durante mucho tiempo por los efectos secundarios inéditos de las medidas tomadas en el apogeo de la crisis del COVID.

¿Qué podría servir de brújula a los inversores y a los mercados en 2023?

Dentro de algunas semanas, la atención se dirigirá hacia el inicio de la temporada de resultados empresariales del cuarto trimestre y la actualización de sus perspectivas. Estas también servirán de guía a los mercados. Los analistas financieros ya han revisado a la baja sus previsiones, tanto para el cuarto trimestre de 2022 como para el conjunto del año 2023, pero una oleada de anuncios decepcionantes podría hacer zozobrar a las bolsas. Por el contrario, si los resultados de las empresas resultan ser más resistentes de lo previsto, se convertirían en un catalizador favorable para la renta variable.

Dentro de unos meses, será más bien la evolución prevista de la ralentización económica en marcha la que podría determinar el comportamiento de las principales clases de activos. Las encuestas recientes ponen de manifiesto una ralentización de la actividad económica entre las empresas, si bien existen redes de seguridad para sostener el consumo de los hogares, principal motor del crecimiento estadounidense; así, el pleno empleo, el endeudamiento moderado y la confianza de los consumidores son factores que podrían amortiguar la ralentización económica.

Aunque estos escenarios parecen probables, no debemos olvidar nunca que la esencia de los mercados financieros es su naturaleza imprevisible. Después de que sucesos tan imprevisibles como la pandemia de COVID o la invasión de Ucrania por parte de Rusia hayan puesto patas arriba a los mercados estos últimos años, un entorno económico menos perturbado por factores exógenos sería ya, por sí solo, un elemento dinamizador.

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