Opinión

Nuevo tope del gas: entre la inutilidad y el riesgo de desabastecimiento

El pasado lunes, el Consejo europeo tomó la decisión de aprobar un tope al gas por mayoría cualificada, tras haber descartado previamente la propuesta de la Comisión. Es una medida que conviene explicar con bastante calma porque puede generar tanto expectativas como temores que probablemente no se materialicen.

Empecemos por la triste realidad, Europa, con la excepción de Noruega (que efectivamente hace décadas que abandonó la Unión Europea) no produce gas. Esto significa que todo el gas se importa. Además de su utilización en la industria, el gas se utiliza para la calefacción de los hogares, y también para producir electricidad. Esto quiere decir que, en estos momentos la demanda de gas en el hemisferio Norte, incluyendo Europa, está en máximos. En cuanto a la electricidad, salvo en los mercados eléctricos de España y Portugal, el gas es la energía que marca el precio de la electricidad, puesto que es la última que entra en funcionamiento, ya que su coste variable, el gas que se quema, es el más elevado. Recordemos que los mercados eléctricos europeos, como casi todos los del mundo, son marginales, es decir toda la producción se remunera al precio del último kilovatio hora que entra en el pool.

En España y Portugal ya existe otro "tope al gas", que es que se utiliza en la producción de electricidad. En realidad, este tope es un límite de la retribución de las demás formas de producción eléctrica, que no se ven retribuidas por los máximos que marque el gas, sino con su tope. Para evitar desabastecimiento, a las centrales de ciclo combinado, que producen electricidad a partir de gas, sí se les compensa la diferencia entre el tope, y el precio de mercado del gas. Si no se hiciese así, estas centrales no ofertarían, porque lo harían a pérdidas, y habría apagones. Pero luego, esta compensación se carga a los consumidores. En realidad, con este sistema, los consumidores españoles y portugueses sólo pagan más cara la electricidad producida con gas, pero no toda, como ocurre en el resto de Europa.

Ahora, lo que se ha aprobado en Bruselas es un tope a todas las compras de gas. Esto puede parecer ciencia-ficción económica, porque si los europeos pudiesen ya pagarían gas al precio anterior. En realidad, el tope ibérico, que no es perfecto y tiene sus problemas, es un tope a la retribución de la producción eléctrica no realizada con gas, y producida internamente. Sin embargo, el tope comunitario se realiza sobre una energía importada. ¿Cómo se puede evitar el desabastecimiento si hay demanda y los consumidores de otros países pagan más?

Pues en principio, no se puede, salvo que se fije un tope con un precio demasiado elevado, acompañado de unas condiciones que nunca se den. Esto es lo que fijaba la propuesta de la Comisión, que fue rechazada, precisamente porque las condiciones que fijaba, tanto en cuanto a precio, como al diferencial entre Europa y el mercado mundial, hacían prácticamente imposible que el tope entrase a funcionar en ningún momento. De hecho, en 2021, con volatilidades y precios de récord histórico, el mecanismo diseñado por la Comisión nunca hubiese entrado en funcionamiento. Esto no genera desabastecimiento, pero, obviamente, no sirve para nada.

Lo que se aprobó el lunes, y entrará en funcionamiento el 10 de febrero, sí que podría entrar en vigor, pero sus efectos, positivos y negativos no serían tan relevantes como se está hablando. Por una parte, el tope saltará sólo cuando el precio del gas natural en el mercado holandés (TTF) supere, durante tres días consecutivos, los 180 euros por MWh y exceda en más de 35 euros el valor de referencia de este combustible en el resto de grandes plazas mundiales. El lunes, el precio del gas natural estaba en 107 euros, y el nuevo tope sólo impedirá que, si el precio se dispara, además, Europa pague mucho más caro el gas que el resto del mundo.

Veamos, si esto no ocurre, es decir, si el precio del gas no se dispara, aunque siga siendo muy elevado, el tope del gas no serviría. Si el precio se dispara en todo el mundo, y no hay un gran diferencial, el tope tampoco se activaría. Por esas razones, convendría no generar expectativas. Pero, qué ocurriría si, efectivamente, se dan las condiciones del tope al gas. Pues que, o bien los proveedores renuncian a cierto margen adicional y siguen vendiendo a los consumidores europeos, o bien pueden darse situaciones de desabastecimiento en Europa. En ese caso, el tope se desactivaría. Incluso, si las autoridades europeas no lo autorizasen, resulta bastante probable que los países del centro y el este de Europa prefiriesen incumplir la normativa europea antes que parar la industria, y mucho menos que la población no se pueda calentar.

La efectividad del tope al gas, y en general de la política energética europea dependerá este invierno de dos factores: las reservas de gas, y sobre todo la climatología, que incidirá directamente en la demanda de gas. En una crisis energética sólo hay dos vías de salida, aumentar la oferta de energía, que parece muy complicado, y reducir la demanda, especialmente de una energía importada que no producimos, el gas. Sin embargo para reducir la demanda, el desabastecimiento no es una opción, o es la peor de todas. Por esa razón, las salvaguardas del tope al gas son necesarias. Pero precisamente por eso, no esperemos que, con la puesta en práctica del tope al gas, el gas se vaya a abaratar. Sería contarnos a nosotros mismos una gran mentira. Y las peores mentiras son las que nos contamos a nosotros mismos.

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Comentarios 1

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Usuario validado en elEconomista.es
Diabolo
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No producimos ni produciremos gas y derivados del petroleo pero queremos comprarlos baratitos...

... porque los necesitamos.

Esta clase política son incapaces de generar nuevos vectores de energía y la solución es la risa: consumidores, consuman menos energía... productores, vendan barato barato...

Qué hacemos con esta gente ??? nada, imposible, nos largamos a otros paises/areas geográficas más sensatas. Allí pagaremos nuestros impuestos

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