
El BCE repitió ayer la mayor subida de tipos de su historia con un nuevo aumento de 75 puntos básicos, que deja la tasa de interés en el 2%. Además, suprimirá una de las medidas de financiación anticrisis, las TLTRO.
Estas líneas de liquidez, por las que el BCE paga a la banca intereses de hasta el 1% por traducir esos recursos en concesión de crédito a familias y empresas, están vigentes desde mucho antes de la pandemia. De ahí que sea comprensible su eliminación para impedir que la banca obtenga beneficios extraordinarios. A pesar de que ambas decisiones dejan patente que el BCE mantiene la agresividad contra la inflación, lo que pasará factura a la actividad económica al encarecer la financiación, las bolsas europeas no experimentaron grandes cambios. De hecho, un índice tan bancarizado como el Ibex se permitió el lujo de cerrar en positivo. Esto se debe a que el cierre del grifo del dinero gratis a la banca, previsto para el 22 de noviembre, no repercutirá en exceso en la concesión de crédito. La razón está en que las entidades han aprovechado la década de intereses al 0% para mejorar su eficiencia. Esta buena estrategia y los beneficios que el sector obtiene con la normalización monetaria sitúan a las entidades en buena posición para asumir el fin del TLTRO. Esto impulsa a la banca en bolsa (sube un 20% desde junio) y calma a los inversores. A ello contribuye también que el BCE mantenga su hoja de ruta para hacer frente al grave problema de la inflación, aún a costa de que a corto plazo pueda llevar a que Europa incurra en recesión técnica. Un escenario que las bolsas ya han descontando, y que otorga más argumentos a aquellos que ya auguran que el 2023 será un buen año para los mercados.