Opinión

Las dos caras de un país hipotecado

"Esta vez se lo han currado los dos". Con estas palabras definía un destacado ex diputado y todavía referente político el segundo cara a cara en el Senado entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo. Y como observador es de justicia reconocer que el debate del pasado martes tuvo más altura dialéctica, más rigor, mayor profundidad en el planteamiento de las claves económicas y menos crispación que su precedente de hace un mes en idéntico escenario.

Un presidente del gobierno que tras una primera intervención larga, tediosa, laudatoria y alejada de la realidad, se recuperó en las réplicas abandonando su tradicional estilo arrogante y su oratoria plagada de insultos y descalificaciones que tanto le perjudico en el primer cara a cara, para centrarse en la gestión y tratando de poner en evidencia la deliberada indefinición de su oponente ante la revalorización de las pensiones, los impuestos a los ricos y a las eléctricas, o las medidas de ahorro energético. El problema de Sánchez es que, aunque se vista con piel de cordero ya no tiene credibilidad.

Frente a ello el líder de la oposición mantuvo su línea de solidez, combinando ironía con argumentos para poner a Sánchez ante el espejo cóncavo de su esperpento y dejando al descubierto todas las debilidades del Gobierno, incidiendo especialmente en los Presupuestos, la deuda y sus alianzas con Bildu y los independentistas catalanes.

Disparó directamente Núñez Feijóo contra el proyecto de Presupuestos del Estado, al que calificó como las "hipotecas del Estado 2023". Cuentas que han sido rebatidas y descalificadas por todos los analistas y organismos independientes del país, desde el Banco de España hasta la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIREF), pasando por FUNCAS o la CEOE.

Instituciones que han realizado una auténtica enmienda a la totalidad de un proyecto del gobierno que "nace ya viciado" en palabras de Cristina Herrero, presidenta de la AIREF, por la infravaloración de los ingresos de 2022, la no incorporación de medidas, la inconcreción en la ejecución del Plan de Recuperación y la falta de integración en una estrategia fiscal a medio plazo. Resaltando, además, la falta de información en términos de contabilidad nacional de 1.200 millones de euros y la imprudencia que supone contabilizar unos ingresos coyunturales, y por tanto de índole temporal, como los derivados del aumento de recaudación fiscal por la inflación, junto con un incremento histórico de gastos, es decir permanentes en el tiempo.

Presupuestos que son también inconsistentes e irreales en su previsión de crecimiento de la economía del 2,1% para el año próximo, cuando todos los organismos nacionales e internacionales estiman un crecimiento de entre el 1% y el 1,5% para el conjunto del año, tasas que se sitúan en el umbral para la destrucción de empleo y nos colocan al borde de la recesión. Y cuando el crecimiento es irreal todo el cuadro macro es también irrealizable.

Y respecto a la deuda, señalar que, como recoge el proyecto del gobierno, España pagará este año 31.675 millones de euros en intereses por financiar su endeudamiento, cantidad que supera en 6.663 millones la destinada a prestaciones por desempleo, mientras que los intereses de la deuda suponen el 97,5% de todos los gastos financieros en 2023 y que, como ha explicado el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, el pago de intereses por la deuda pública se elevará un 25% en los próximos dos años elevando la factura a 33.600 millones, el 2,7% del PIB.

Recordó también Núñez Feijóo que, frente al mundo de Yupi que describió Sánchez en su primera intervención la realidad es que España sigue siendo el único país entre los grandes de la UE que todavía no ha recuperado el PIB previo a la pandemia, que tenemos los mayores déficit y deuda de los estados miembros, y que duplicamos la tasa de desempleo de la Unión.

Pero junto a este escenario idílico y la defensa cerrada que hizo de su política de subida de impuestos, tal vez, lo más aterrador que dijo Sánchez es que gestionará la inflación y la crisis económica como gestionó la pandemia del COVID 19. Gestión que, recordemos, ha sido calificada por los organismos internacionales como la peor del mundo desarrollado. ¡Que nos coja confesados!

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