
Sin duda existe una determinada correlación entre el grado de desarrollo tecnológico de un país o una región y su desarrollo económico general. Aunque esto podría parecernos evidente a la luz de lo vivido durante este milenio, lo cierto es que siempre ha sido así, y las diferentes revoluciones industriales ocurridas a lo largo de la historia pueden dar fe de ello.
Desde la primera revolución de Internet a final de los años noventa, hemos vivido un período de ebullición tecnológica continúa en la que seguimos y de la que no nos bajaremos al menos en la próxima década.
El Internet de las personas alrededor del año 2000 dio lugar en la siguiente década al Internet de las cosas, y ésta precede a la tercera revolución, que tiene que ver con tecnologías como la computación cuántica, la realidad aumentada o los gemelos digitales, por mencionar algunos ejemplos. El Internet del metaverso.
Denominaciones aparte, lo que hemos visto como patrón en las dos últimas décadas es que tras la aparición de nuevas tecnologías en fase de I+D, una década después dichas tecnologías entran en fase de generación de rentabilidad. Y entre uno y otro punto, la eclosión de startups, rondas de financiación, inmensos esfuerzos en I+D y operaciones corporativas continuas que fijan el tablero de ajedrez por la captura del valor, la rentabilidad y la exponencialidad.
Mirando la segunda parte de la ecuación, el impacto de este fenómeno tecnológico continuo en las economías de países y regiones, vemos como en los primeros 20 años de este siglo Europa ha sido la gran perdedora en términos de relevancia en oferta y demanda y en peso de PIB global.
Se está jugando una partida que no es sólo geopolítica, sino geotecnológica, y que China y Estados Unidos han entendido a la perfección. La prueba de esta guerra geotecnológica es que tenemos frentes ya no en geografías o países, sino en compañías propiamente dichas; el caso Huawei, por ejemplo.
Dando por bueno este patrón y asumiendo estar ya en la fase inicial de este Internet del metaverso, ¿está Europa está decidida y preparada para empezar a arrebatar protagonismo hacia el este y el oeste del mapa? ¿Supone este momento más una oportunidad para Europa y España de tomar más relevancia o un riesgo de perderla aún más? Precisamente para contribuir a dar este salto cuantitativo, nace xvalue como compañía de consultoría especializada en el sector tecnológico, para acompañar en aspectos como el crecimiento inorgánico (M&A), la aceleración de la generación de valor o en el levantamiento de rondas de inversión para startups deep-tech.
Si empezáramos a analizar la situación en España, hay razones objetivas para un cierto optimismo y tres factores diferenciales que se dan hoy en el ecosistema que no se daban en las anteriores dos revoluciones.
El primer factor es un ecosistema de capital privado de mayor tamaño y madurez que el existente en las anteriores revoluciones. Proliferan cada vez más vehículos y de mayor tamaño con apetito por invertir en startups de base tecnológica y con la capacidad de tomar cada vez mayor grado de riesgo.
Estos vehículos son a su vez a veces el resultado de transacciones de startups exitosas en décadas previas, por lo que se demuestra que el sistema es virtuoso y se alimenta a sí mismo.
El segundo factor es una generación de jóvenes excelentemente formados con una vocación de emprendimiento, que aunque probablemente insuficiente aún, es la mayor hasta el momento.
Emprender está "de moda" y algunos emprendedores de éxito incluso empiezan a ejercer de modelos para estos jóvenes. Y de hecho no quedarán muchos años para ver en el IBEX 35 startups fundadas en la primera revolución de Internet. Sería una señal de economía sana, adaptable e innovadora.
El tercer factor, es la consolidación de un grupo de escuelas de negocios líderes a nivel mundial que ya hace años han adoptado el factor transformador de la tecnología como un ámbito de estudio tan serio como la política económica, el gobierno corporativo o las finanzas.
Es normal ver cómo nuestras business school dedican seminarios, cursos, investigación y todo tipo de esfuerzos a temas relacionados con la tecnología, el mundo del capital privado, el fundraising, cómo hacer pitching de una compañía en búsqueda de financiación o sobre métodos para escalar de startup a scaleup.
Con todas estas piezas en el tablero, el cuarto factor en juego es el papel que decidan tener las diferentes administraciones. Por dar un ejemplo actual, de momento España ni siquiera sale en la foto en algo tan relevante como la inversión pública en computación cuántica, algo a lo que China, Estados Unidos y algunos países europeos como Francia o Alemania consideran estratégico y un asunto de estado.
China ha anunciado ya más de 15 billones de dólares de inversión pública en este ámbito. La Unión Europea ha anunciado 7 billones entre todos los países, siendo Alemania y Francia los principales con algo más de 2.8 y 1.9 respectivamente.
La guerra geotecnológica está en marcha y nuestro modelo económico en 10 años dependerá de las decisiones públicas y privadas que tomemos hoy en el marco de esta nueva revolución de Internet.
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