Opinión

Luz de gas en el show de la energía

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo

Fortalecido por el espaldarazo de Scholz en Alemania y animado por el giro de Macron sobre al gasoducto MidCat Pedro Sánchez ha vuelto a demostrar esa habilidad política para el subterfugio y el enredo, inherente a su instinto de supervivencia, para reconvertir el debata en el Senado sobre la economía y el estado general de España que pretendía Núñez Feijóo en una comparecencia para explicar el plan de ahorro energético, que el presidente ha diseñado a conveniencia y en la que contará con la ayuda inestimable del reglamento de la Cámara Alta. Ordenamiento este que limita la réplica de los portavoces de los grupos posterior a las informaciones del Gobierno a sólo siete minutos, más otros siete de dúplica o réplica, similares a los que también dispondrá Sánchez, quien tendrá además la última palabra.

Limitaciones reglamentarias y un cambio en el sentido del debate que, una vez más en lo que llevamos de legislatura, convertirá el pretendido cara a cara entre el presidente del Gobierno y el líder de la oposición en una caricatura dialéctica alejada de las preocupaciones reales de los ciudadanos y en la que Feijóo puede quedar minimizado y viendo, además, como Sánchez le roba su propuesta de rebajar el IVA del gas del 21 al 5% y se autoimpone, en sus narices, la medalla.

Con los precios de la electricidad en máximos históricos, la inutilidad demostrada del tope del gas para reducir las tarifas de la luz, la inflación subyacente que es la que afecta a los productos básicos disparada, el Euribor elevando el coste de las hipotecas como nunca en 20 años, esperando también la fuerte subida del paro que viene para el último trimestre, el deterioro en rentabilidad y la competitividad de las empresas, el cierre de negocios de autónomos asfixiados por los impuestos y los precios y con la amenaza de un otoño caliente alentada por la vicepresidenta del Gobierno, todo apunta a que las maniobras de Moncloa conseguirán que la discusión en el Senado se limite a un panegírico de Sánchez sobre la excelencia de los límites a la temperatura, de las bonificaciones al transporte y su exhibición de la necedad de la corbata.

Sólo propaganda y demagogia junto a los consabidos improperios y descalificaciones a la oposición y, por supuesto, nada que ver con ese debate profundo, sereno y sosegado que pedía Feijóo. Como tampoco servirá para que Sánchez aclare su inexplicado cambio de postura sobre el Sahara Occidental, o la posible relación entre ese acercamiento a Marruecos y la información "robada" en esos dos gigas del teléfono móvil del jefe del Gobierno en el caso Pegasus, que nos ha costado 30 millones de euros para sufragar los gastos de la vigilancia de fronteras y una crisis diplomática con Argelia, nuestro principal suministrador de gas en plena crisis energética.

Todo apunta a que Núñez Feijóo y el Partido Popular, por precipitación o inexperiencia y animados por los resultados que apuntan las encuestas, han dado a Sánchez la oportunidad de devolverles la encerrona que ellos esperaban tender al presidente. Ni el escenario ni el momento eran los idóneos para ese cara a cara en el que el líder popular es quien más tiene que perder.

Desde las filas populares hay voces que empiezan a avisar de que el partido ha entrado en una fase "confusa por el desconocimiento del equipo de Feijóo de Madrid en la comunicación", además de disponer de un equipo corto y sin especialistas, mientras apuntan que la lógica política invitaría a retrasar el cara a cara a un mayor desarrollo del curso político y en fechas más cercanas a las municipales y autonómicas de mayo, que serán clave para el resultado de las generales, además de buscar un escenario con menos limitaciones formales y reglamentarias.

Y es cierto que las circunstancias juegan a favor, que la economía de las familias y particulares es determinante en el resultado electoral y pintan bastos para sanchismo gobernante. Pero también lo es que con el escenario favorable más que acertar lo fundamental es no cometer errores y pensar que las elecciones se ganan en las urnas y no en la demoscopia.

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