Con el objetivo de frenar el repunte de las primas de riesgo de España e Italia, el BCE anunció el miércoles una nueva herramienta antifragmentación en Europa para que los pasivos de los países periféricos ganen peso en el balance del BCE.
Es obvio que esta medida es un regalo para España y para el Gobierno de Pedro Sánchez, cuyas medidas para reducir el endeudamiento brillan por su ausencia. Pero se trata de un caramelo envenenado, ya que los países del norte de Europa, los llamados frugales, son reticentes al escudo europeo si no exige estrictas condiciones. Es cierto que carece de sentido que rechacen ayudar a Estados miembro de la Unión cuando sí lo hacen con uno que no lo es, como Ucrania. Pero también es verdad que los halcones del BCE venderán caro su apoyo y exigirán " un ajuste generalizado del gasto público". Algo comprensible, por otro lado, ya que la reducción del déficit de España o Italia es fundamental para evitar otra crisis de deuda como la sufrida en 2012, que puso en peligro la propia existencia del euro. Todo indica, por tanto, que la ayuda del BCE traerá de nuevo a los temidos hombres de negro a nuestro país.
Los 'frugales' exigirán ajustes del gasto público para dar su consentimiento a que el eurobanco apoye a Italia y España
Su llegada llegará en muy mal momento ante la falta de hoja de ruta respecto al gasto de un Gobierno más interesado en la carrera electoral que comienza este domingo en Andalucía y que terminará en las generales del próximo año. A pesar del alto peaje político que pueda sufrir, Moncloa no puede obviar que el escudo del BCE no será gratis y conllevará una reducción del déficit público y la deuda. De hecho, podría obligar al Ejecutivo a dar marcha atrás a medidas electoralistas y con un gran coste para las arcas públicas como la de vincular las subidas de las pensiones al IPC.