
Se acaba de publicar una encuesta (2.000 entrevistas) de 40dB en torno al pensamiento (sentimiento) de los españoles, pero según Javier Moscoso, historiador y filósofo del CSIC y autor de Promesas incumplidas. Una historia cultural de las pasiones, "no contestas lo mismo si estás enamorado, buscando pareja, desengañado o ya fuera del mercado; y no olvidemos que vivimos en una sociedad de enorme autoengaño, y el amor es una de sus expresiones más significativas".
Según los encuestados, el amor se hace en pareja, heterosexual, monógama, conviviente y estable. Nos queremos mucho, según dicen los emparejados, que ponen un notable a sus pares y casi tres de cada cuatro creen que están con el amor de su vida.
La salud física y la mental lideran las prioridades de los encuestados, pero prácticamente empata con la importancia que dan a hijos, familiares y amigos. Después, valoran su libertad e independencia; en cuarto lugar aparece el amor y la pareja.
Pero los jóvenes (18-24 años) son los que menos valoran el amor y ponen por delante el trabajo y los estudios. En cuanto al sexo –hoy llamado género- apenas se detectan diferencias entre varones y mujeres.
La socióloga Carmen Ruiz Repullo opina al respecto:
"El feminismo radical ha trabajado para deconstruir una idea del amor romántico, y eso es una trampa para las mujeres".
En el mismo sentido y dirección opina Javier Moscoso:
"Ha levantado [una parte del feminismo] un muro al considerar que toda relación sentimental es una relación de dominación, algo que es falso".
Solo alrededor de un 20% de los encuestados creen que se es más feliz sin pareja, aunque la mayoría prefieren estar solos que mal acompañados.
Apenas un 10% de los encuestados considera que es mejor no convivir en pareja. De la encuesta se deduce que los españoles (y las españolas) son mucho más tradicionales de lo que las modernas creen.
La conocida socióloga Belén Barreiro nos recuerda que la sociedad preindustrial se caracterizó por uniones concertadas entre hombres y mujeres, destinadas a ser vitalicias. Entonces no se podía elegir. Más tarde, en el período de la revolución industrial, un mayor individualismo trajo consigo el amor romántico y con él mayor capacidad de elección.
La sociedad postindustrial trajo más libertades individuales. En el amor se impuso la unión romántica. Fue así como se empezó a ver mal casarse por dinero.
Digan lo que digan las neo feministas, la sociedad digital no ha abierto más que una pequeña rendija a otras formas de amor no monógamas. Sin embargo, si uno se adentra en los medios de comunicación parecería que lo que importa a los españoles es el destino de los LGTB y últimamente de los trans, lo cual no hace sino confundir.
Una ideología minoritaria, frente a una realidad muy normalita, dentro de la cual el gran problema no son ni los trans ni los LGTB sino una nupcialidad (o, en general, una unión) deseada que no se llega a realizar, como tampoco se llega a realizar una fecundidad más alta (España tiene desde hace años la fecundidad más baja de Europa). El amor deseado por los españoles jóvenes no se alcanza –en contra de sus aspiraciones- porque la situación económica no llega desde hace años a los niveles que consiguieron sus padres.