
España es un país solidario. La sociedad española da muestras de ello ante cada desastre natural o tragedia que asola no sólo nuestro territorio, si no más allá de nuestras fronteras. El último ejemplo, la respuesta ante la crisis humanitaria derivada de la invasión rusa de Ucrania.
Una generosidad que, sin duda, nos hace mejores como individuos y como sociedad. Pero este masivo altruismo esporádico no es suficiente para atender a todos aquellos que necesitan nuestra ayuda, cada día, a nuestro alrededor. No es suficiente ni tampoco justo que esa labor recaiga solo sobre las espaldas de los ciudadanos.
Lo imprescindible es tener un sistema estable de apoyo a los más desfavorecidos, a los que no pueden valerse por ellos mismos, a los muchas veces olvidados. La pandemia que nos mantuvo confinados durante meses ha puesto de relieve esta necesidad: lo que siempre ha sido importante, ahora ya es también urgente.
Las circunstancias han tensionado las costuras del modelo que confeccionamos para la atención social. Especialmente para colectivos a veces invisibles como las personas con discapacidad, daño cerebral, afecciones mentales o riesgo de exclusión social.
Ahora más que nunca es crucial diseñar y fijar estructuras de atención social basadas en la colaboración público-privada, un modelo que ya funciona con excelentes resultados en diversas partes de España. Subir un peldaño más en la escalera de la protección social, de la economía de los cuidados, para consolidar un nuevo modelo reorientado a los cuidados de larga duración y entornos inclusivos.
¿Cómo se puede lograr? Innovando, mejorando la metodología de la atención y centrándonos en las personas. Se trata de modernizar y optimizar los servicios sociales mediante la transformación tecnológica y el desarrollo de los sistemas de información. Y todo ello solo se puede hacer con éxito integrando al sector privado en las necesidades colectivas y la ayuda a los más necesitados.
El Plan España, dotado con 140.000 millones del Fondo de Recuperación de la Unión Europea, se apoya en diez políticas palanca y contempla, entre otras, medidas concretas en el ámbito de la economía de los cuidados. Los fondos de resiliencia y recuperación suponen una necesaria oportunidad para definir ese nuevo modelo sostenible en el tiempo, eficiente en el uso de recursos y que permita dar una cobertura adecuada a todos los colectivos más vulnerables.
El modelo de atención de Grupo 5 se encuentra desde su origen comprometido con estos ingredientes: la orientación comunitaria e integradora de los servicios, el refuerzo de la colaboración público-privada, la individualización de las intervenciones, y las dimensiones reducidas y favorecedoras de la convivencia son prácticas asumidas en nuestra gestión.
En definitiva, trabajar para mejorar la vida de las personas en situación de vulnerabilidad y de su entorno, a través de una atención profesional, centrada en la persona, sostenible y de calidad.