Opinión

El riesgo sistémico español va a aumentar

La tendencia demográfica pone en riesgo las pensiones

España, como cualquier país, está sujeto a diversos riesgos. En algunos casos, éstos están asociados al ciclo económico, en otros a factores idiosincráticos. Entre estos últimos, hay algunos que a su vez son cíclicos (las elecciones, por ejemplo) y otros que están vinculados a lo fundamental o estructural—las tendencias demográficas, el desarrollo tecnológico, la estabilidad política, etc. Cuando uno de estos riesgos, o una combinación de ellos, logra afectar toda la actividad económica, independientemente de la política económica contingente, se habla entonces de riesgo sistémico en la economía.

Hoy por hoy, nos enfrentamos a tres factores que probablemente empeoren el nivel de riesgo sistémico en España en el próximo lustro.

El primero está relacionado al hecho de que el grueso de los baby-boomers españoles (aquellos nacidos entre 1946 y 1964) van a comenzar a jubilarse en 2020. Dicho grupo de contribuyentes, que a 2018 representaba el 23% de la población, compuso la última generación que, como regla general, tuvo acceso a trabajos bien pagados y, más importante aún, pudo ahorrar. En consecuencia, el retiro de esta generación provocará una ralentización del crecimiento de la base contributiva, lo que generará restricciones aún mayores para el servicio de la deuda pública, que ya en 2018 alcanzó un estimado de 114% del PIB según el INE.

La jubilación de los baby-boom, la baja natalidad y la crisism geopolítica afectan a la economía

Si a esto se le añade que la tasa de natalidad de la población residente (0,43% en 2018, según el INE) está marcadamente por debajo de la tasa de reproducción (la tasa de natalidad requerida para mantener la población estable—aproximadamente el 2%), entonces, resulta evidente que la demografía se apresta a generar un apretón inevitable en las arcas del Ministerio de Hacienda. Como si eso fuera poco, se espera que la tasa de dependencia (la ratio de los dependientes con respecto la población en edad de trabajar) siga aumentando vertiginosamente, como viene sucediendo desde finales de los años 90 (el Banco Mundial estima que para 2030, ésta haya aumentado un 35% vis-à-vis la situación en 1999).

La teoría económica ofrece una advertencia adicional que podría complicar aún más la situación. La curva de Laffer—una relación teórica así nombrada en honor al economista estadounidense Arthur Laffer—propone que existe una relación entre tasas contributivas y la magnitud de la recaudación asociada a cada tasa y que ésta es una parábola invertida. O sea, que existe una tasa contributiva que maximiza la recaudación. Aunque la evidencia empírica no es definitiva, sí se ha encontrado que, para el caso del impuesto a sociedades, dicha tasa rondaría alrededor del 32,3%. El problema es que aumentar el IS podría terminar creando una carga insostenible a largo plazo para las empresas, ciertamente creando las condiciones para contraer la inversión privada.

El segundo riesgo es uno más bien cíclico, pero, dada la actual situación económica, va a potenciar el riesgo sistémico futuro. Los tipos de interés, cuyo tipo de referencia ha promediado 0,25% desde enero de 2012, volverán a subir en algún momento. En efecto, la reconstrucción del espacio de política monetaria por parte del BCE necesariamente implicará que el coste del crédito, la deuda y todo lo demás que dependa de éstas se encarecerá. Más aún, no es aventurado suponer que esto ocurrirá, en algún momento, durante los próximos cinco años, lo que también ayudará a precarizar las finanzas públicas.

Finalmente, el riesgo geopolítico español, casi totalmente concentrado en la relación de Cataluña con el Estado español, no presenta indicios de amainar, sino, todo lo contrario. No son pocas las opiniones que consideran que el apoyo a la independencia continuará en aumento, independientemente de la viabilidad de esta opción. Los resultados del 28A, en donde la suma de los principales partidos independentistas (de izquierdas y de derechas) alcanzó el 41% del voto popular, no han hecho más que volver a avalar esta hipótesis. En este sentido, el apoyo a la independencia en Cataluña puede fácilmente superar el 50% durante la próxima década, cosa que por sí sola puede no ser suficiente para romper a España, pero sí para hacer que la atmósfera se torne tóxica.

Todo esto se traducirá en una pérdida progresiva de la certeza con que podamos diagnosticar la situación económica. Riesgo sistémico elevado significará mayor incertidumbre en las perspectivas económicas y financieras y riesgo inevitable en todas las valoraciones, proyecciones, estimaciones y precios de mercado, en otro otros. En resumen, no se podrá hablar de lo que esperamos que prevalezca en la economía y los mercados financieros sin, a la misma vez, mencionar la probabilidad de que lo mismo no prevalezca. Será la nueva norma. Esto, recién comienza.

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