
En la reciente reunión de la Asociación de Transporte Aéreo Internacional (IATA) a principios de junio, hubo un tema que llamó la atención debido a que se trata de decisiones de Estado sobre infraestructura aeroportuaria, cuestión en la que el organismo que agrupa a 290 aerolíneas en el mundo únicamente suele opinar para pedir que bajen las tarifas para las aerolíneas pero no más.
En este caso, sin embargo, se trata de la construcción del Nuevo Aeropuerto de México (NAIM, se le conoce) que se construía en la cercana población de Texcoco, proyecto que fue cancelado al inicio del actual gobierno, que encabeza Andrés Manuel López Obrador, a pesar de que la obra llevaba un 30% de avance y ya se habían invertido en ello unos 4,000 millones de dólares.
Tan insólita es la decisión del nuevo gobierno -que asumió apenas en diciembre pasado-, que las aerolíneas comerciales se apersonaron directamente en la capital del país en febrero pasado para tratar de convencer a los nuevos funcionarios de Comunicaciones y Transportes de la importancia que esta infraestructura tiene para la región de América Latina y para la propia IATA.
Antes de proseguir con estos datos, es importante mencionar que la región central del país tiene una de las aglomeraciones urbanas más grandes del mundo. Alrededor de la Ciudad de México, con una población cercana a los 10 millones de habitantes, se extiende la zona conurbada de unos 16 millones adicionales. Y alrededor de esta conurbación se encuentran 4 ciudades medias a las que los urbanistas llaman la "corona de ciudades" y que en conjunto se conoce como la megalópolis de México.
Lo interesante de este entorno es que en sus límites se encuentran construidos nada menos que 4 aeropuertos, 2 bases militares y dos aeródromos de servicios generales. La mayor parte de esta infraestructura esta subutilizada y la gran pregunta es cómo no se ha hecho un diagnóstico de la situación que permita tomar decisiones coherentes.
Texcoco, el gran aeropuerto
Mientras que el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) se encuentra saturado, al grado que en el 2018 recibió 48 millones de pasajeros y más de 458 mil operaciones, aunque el diseño y cercanía de sus dos pistas y el espacio aéreo disponible le permitirían mucho menos (unos 32 millones de pasajeros y 300 mil operaciones máximo).
Sin embargo, los otros tres aeropuertos, Toluca, Puebla y Cuernavaca, apenas tienen operaciones y pasajeros. La razón es que el valle de México tiene una orografía muy complicada y la conectividad entre estas cuatro terminales es nula, además de problemas de clima.
Esta fue la razón por la cual durante cuatro décadas se discutió arduamente dónde localizar un nuevo aeropuerto que tuviera las dimensiones correctas para hacer frente al crecimiento de la demanda, la que en los últimos diez años fue superior al 9% anual. El sitio elegido, Texcoco, no es tal vez el mejor emplazamiento pues se trata de un humedal
conocido como Lago de Texcoco, de aguas saladas, el cual, sin embargo, estuvo seco durante décadas. Por tratarse de un suelo salitroso y blando, la ingeniería que requirió fue de muy alta sofisticación, pero incluso ese asunto técnico y financiero fue solventado, por el hecho de que se trata del único terreno amplio dentro del valle de México que podría albergar un aeropuerto de grandes dimensiones, como el que se requiere para hacer conexiones domésticas y extracontinentales.
El proyecto fue tasado en alrededor de 13,300 millones de dólares, que serían financiados por bonos colocados en los mercados internacionales y con recursos de fondos de pensiones, más una parte del presupuesto gubernamental ya que se trataba de una obra de capital mixto.
La decisión de cancelar la construcción fue polémica no sólo porque la colocación de los bonos ya estaba realizada y la obra iba a un tercio de su construcción, sino porque se dio vía una consulta pública con una participación de menos del 1 por ciento de los posibles votantes.
Para la IATA la decisión no sólo es cuestionable, sino ruinosa para la aviación regional. De acuerdo a sus cifras, el transporte aéreo contribuye con 38 mil millones de dólares al Producto Interno Bruto nacional y genera más de un millón de empleos. La construcción del nuevo aeropuerto le significaría al país adicionar 20 mil millones de dólares a su PIB y 200 mil empleos, nada despreciable para una economía que requiere crecer con urgencia pues -a diferencia de muchas naciones- su crecimiento poblacional sigue siendo amplio y sus necesidades de creación de riqueza son perentorias, no sólo para paliar las actuales desigualdades económicas, sino para hacer frente a un futuro que no se ve tan claro.
Por lo pronto el gobierno mexicano estudia hacer otro aeropuerto en el lugar donde está la base aérea militar más importante del país, aunque muchos lo ven difícil por la poca capacidad que tendría en razón del espacio aéreo. Ya se verá qué criterio se impone.