Opinión

Grandeza y servidumbre de un partido 'bisagra'

Recordaba recientemente Frances de Carreras, cómo el objetivo fundacional de Ciudadanos fue la de ser bisagra para evitar que el Partido Popular y el PSOE tuvieran que ceder a los chantajes de los nacionalistas para gobernar.

Un término este de bisagra que en España parece estar contaminado por una injusta connotación peyorativa, a diferencia de lo que ocurre en el resto de la democracias europeas.

El propio Albert Rivera asumía y defendía este concepto y la utilidad de los bisagras. Y fue por esto que hace tres años pactó un acuerdo de 200 medidas de Gobierno con el mismo Pedro Sánchez al que ahora niega el pan y la sal para la investidura. Fue también esta idea de defensa de los intereses nacionales y de soporte de la gobernabilidad la que le llevó a pactar en Andalucía con Susana Díaz, primero, y con Juan Manuel Moreno, después; y la que empujó en 2016 a apoyar la investidura de Rajoy, después de una negativa inicial que recuerda mucho a la que mantiene hoy con el sanchismo.

Y esta misma voluntad de servicio y sentido del Estado es la que están pidiendo ahora desde dentro y desde fuera de la formación naranja y que le debería mover a una reflexión para anteponer los acuerdos programáticos y la estabilidad política del país a las inquinas y los rencores personales, por grandes que estos sean. Porque, además,Rivera sigue estando a la sombra de Casado y del PP que son la segunda fuerza mayoritaria en el Parlamento.

Si Rivera se sienta a negociar con Sánchez y consigue que entrando en el Gobierno, como pide Iglesias, o mediante pactos de legislatura, el Gobierno socialista renuncie a las subidas fiscales con las que amenaza, reconduzca su política territorial especialmente en Cataluña, abandone cualquier tentación de cambios en la reforma laboral, y evite el pacto de la vergüenza de los socialistas en Navarra con los herederos de los asesinos de ETA, Ciudadanos "no sólo habrá hecho un gran servicio a España sino que se habrá confirmado como una formación útil para nuestros votantes y afiliados", apuntaba un destacado dirigente empresarial comentando la espantada del dimitido Toni Roldán.

Eso, y sobre todo, habrá impedido la repetición de ese Gobierno Frankenstein con un PSOE chantajeado y coaccionado por los populistas, antisistemas e independentistas. Un Gobierno Frankenstein que el mismo Sánchez quiere evitar pero al que no dudará en arrojarse si no le queda otro remedio, sin escrúpulos -que no los tuvo nunca- y para satisfacer sus ambiciones personales. Cueste lo que cueste o caiga quien caiga, aunque sea España.

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