
La nueva ley hipotecaria, que entró en vigor hace menos de una semana, ha introducido una importante flexibilidad en las condiciones de vinculación que los bancos pueden asociar a este tipo de préstamos. Nada impide que sigan ofreciendo bonificaciones a los clientes a cambio de domicilar su nómina o adquirir seguros de vida o de hogar.
Ahora bien, la nueva norma establece que el prestatario cuenta con libertad para, en años posteriores a la firma de la hipoteca, contratar esos mismos servicios con firmas diferentes a aquélla que le concedió el crédito, sin perder por ello las bonificaciones correspondientes. Los grandes bancos están teniendo rapidez de reflejos para adaptarse a este escenario. Así, algunos de ellos ofrecen al cliente la posibilidad de mejorar anualmente las condiciones de los servicios que aceptó. Otros llegan incluso más lejos, y eliminan ya toda obligación de contratar productos o domiciliar nóminas y recibos. Puede hablarse así de una nueva guerra hipotecaria, aunque desarrollada en términos muy diferentes a los que fueron característicos en los años anteriores a la crisis económica. Se trata de hacer estos créditos comercialmente competitivos sin afectar a las exigencias financieras que garantizan su seguridad.
La nueva ley flexibiliza las condiciones de vinculación de estos préstamos y los bancos se adaptan ya a ese escenario
Es deseable que la guerra hipotecaria siga discurriendo por estos cauces, sin implicar los requisitos de solvencia para contratar los préstamos o a las cantidades máximas, en proporción al valor de tasación de los inmuebles, que se pueden conceder. Dentro de estos límites, no sólo se garantiza la buena salud del sistema financiero; además, es una contribución valiosa a que el crecimiento que disfruta el sector inmobiliario continúe siendo ordenado y ajeno a burbujas.