
Cerrado ya el mapa municipal, el eje de la actividad política patria se mueve hacia el Gobierno del Estado y las negociaciones para la investidura de Pedro Sánchez. Una nueva comedia de enredos y amoríos pero con la misma novia: Ciudadanos. El partido de Rivera que, como confirmaban este fin de semana algunos de sus dirigentes en Madrid, se encuentra sometido a un asedio "cada vez más agobiante" para que cambie el "no es no" al sanchismo por una abstención, al menos, o si fuera posible para sustituir a Iglesias y Podemos como socio contrayente en ese "gobierno de cooperación" como ahora gustan decir desde Ferraz y en La Moncloa.
Asedio que desde la formación naranja aseveran se estrecha desde tres frentes distintos: el interno, el externo y el internacional. El interno, alentado por los críticos a Rivera, con Luis Garicano a la cabeza, se ve ahora reforzado por los padres e ideólogos de Ciudadanos, Francesc de Carreras y Arcadi Espada. El primero, tras calificar a Rivera de "adolescente caprichoso" no ha tenido reparos en pedirle públicamente que "rectifique" para anteponer los intereses de España a los del partido. Mientras que el segundo ha estimado "ajena a cualquier sentido de la responsabilidad y de la decencia políticas" la estrategia del líder naranja en el Ayuntamiento de Barcelona. Hay que recordar que ambos referentes ideológicos fueron quienes, con la ayuda inestimable de La Caixa y Banco Sabadell, forzaron en 2016 el apoyo de Rivera a Rajoy pese a la negativa inicial de Albert.
Y la historia se repite. Porque el asedio externo viene precisamente de bancos y la CEOE, a quienes aterra la posibilidad de un Gobierno de Sánchez con Podemos y con la amenaza de Iglesias o uno de sus acólitos en la cartera de Trabajo. Las presiones de dirigentes empresariales al partido naranja son grandes y constantes, con la advertencia entre líneas de un endurecimiento de las condiciones financieras.
Estas demandas del mundo empresarial están también en el origen de los llamamientos del PSOE y el Gobierno a la abstención de Ciudadanos, con una deriva internacional en el asedio vía Macrón, quien se ha convertido ahora en el principal valedor de Sánchez en Europa. Cuentan quienes están en la pomada que le ha ofrecido ceder a España el lugar que en el Triunvirato de la UE deja vacante Reino Unido. Aunque para ello le exigen renunciar a matrimonios con populistas y a coqueteos con independentistas. Y Sánchez, que ha seducido al premier galo, quien le mira a ahora con mejores ojitos que a Rivera, está dispuesto a jugar. Pero para eso necesita que la novia naranja acepte el ménage a tròis, y por eso los avisos desde París a Rivera, que bajo los escrúpulos de los acuerdos con Vox en Ciudadanos interpretan que lo que de verdad esconden son las presiones para forzar el apoyo de los naranjas al Gobierno socialista.
Son las cosas de los políticos, que si algo saben hacer con desvergüenza es pervertir el lenguaje y prostituir las ideas y programas. Algo similar a lo que le ocurre al fracasado Manuel Valls en Barcelona, que se rasga las vestiduras si sus socios de Ciudadanos se reúnen con Vox, mientras él no tiene reparos en contaminarse apoyando a los populistas y antisistemas de Ada Colau y su Barcelona en Comú y calla cuando los socialistas flirtean con el PNV, el partido de la derecha rancia del País Vasco, y con Bildu, heredero de la ETA. Son las extravagancias y el fariseísmo de esa trasnochada gauche divine, tan incoherente como inoperante.