
Existen problemas que, una y otra vez, han tenido consecuencias negativas para la economía española. En vanguardia se encuentran los energéticos, que pasaron a ser fundamentales a partir del siglo XIX.
Cuando no se atinó a resolverlos adecuadamente, la crisis sobre el conjunto de la economía fue notabilísima. Basta hacer memoria del carbón, cuando como consecuencia de la I Guerra Mundial, en la versión para nosotros de la famosa Coal Question, nos golpeó con notable dureza. ¿Y qué nos sucedió como consecuencia del famoso choque petrolífero de 1973? Pues que al golpearnos un fuerte crecimiento de la subida de la cotización del petróleo, las decisiones de la OPAEP hundieron buena parte del sistema crediticio nacido medio siglo antes.
Ahora nos encontramos, a causa del denominado cambio climático y su impacto en el sector energético, con otra muy preocupante realidad. El impacto en estos momentos es evidente y lo comprobamos en la serie de análisis que bajo el epígrafe Energía del futuro aparecen en la publicación Caixabank Research, en su informe mensual correspondiente a abril de 2019. Por lo que respecta a la energía primaria, en un enlace para el conjunto de la Península Ibérica, se considera que lo que sucederá depende de la aparición de energías renovables. Y ello porque la aportación de esas energías del futuro tiene que alterarse debido a que ahora, en España, estas son el 27,2 por ciento y en Portugal el 22,9, mientras que la media la UE es del 48,6 por ciento. Tal situación la tenemos como derivación de los problemas planteados sobre el conjunto del modelo económico en tiempo del Gobierno de Rodríguez Zapatero; que no se resolvieron y sobre los cuales solo se inició alguna transformación en el Ejecutivo de Mariano Rajoy. En esa aportación de CaixaBank Research, se advierte además la necesidad de que surja un peso importante en el cambio debido a novedades recientes que, por otra parte, son exigidas porque la industria y los transportes en el consumo final de la energía representan más de un 65 por ciento del consumo final total, porcentaje que procede hasta ahora del gas natural, que tiene un peso del 17 por ciento, y de otros suministros de materiales fósiles.
Pero, para entender la importancia del cambio que se avecina, es preciso tener en cuenta que, se quiera o no, ha surgido un proceso clarísimo de transición energética. Por todo esto es forzoso tener en cuenta lo que me atrevo a calificar como importante aportación debida a Jaime Terceiro, titulada Transición energética, desarrollada en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas en la sesión del 15 de enero de 2019. Como tardará unos meses en disponerse el impreso de tal aportación, procedo a transcribir como anticipo de la futura edición algunos de los puntos de vista en ella ofrecidos. Su frase inicial es que: "El efecto invernadero es el nombre con el que se conoce un fenómeno natural denominado así por unos gases presentes en la atmósfera, que condicionan la temperatura de la Tierra, y sin los cuales esta sería, aproximadamente, 21 grados decimales menor en su temperatura, lo que la haría inhabitable".
El cambio anunciado tiene sus raíces en el impacto creado por las realidades generadas a partir de la Revolución Industrial, pero como señala Terceiro, de este modo esta nueva realidad genera "externalidades negativas" que influyen a otros sujetos económicos. La evolución de estos datos estriba en que las cifras asignadas a este tipo de bienes no reflejan en la economía todos los costes de haberse emitido gases de efecto invernadero. Esto se debe al largo plazo de su impacto, porque una vez en la atmósfera los gases permanecen allí periodos muy dilatados de tiempo, por siglos incluso, de tal manera que el clima de dentro de 50 años ya está condicionado por las emisiones y los niveles de concentración de hoy. Pero, además, influye la incertidumbre. Por que, en todo caso, los avances científicos de los últimos años solo permiten establecer un conjunto de predicciones dentro de intervalos de confianza razonables. Además de todo esto, no se puede olvidar "su incapacidad potencial de originar cambios y recursos adicionales...", tal y como se afirmaba hace ya diez años, en abril de 2008, en el primer párrafo del capítulo sobre cambio climático del World Economic Outlook del FMI. ¿Y quizás todo esto contribuye a la energía del futuro? Pues, señala Terceiro, "en mayor medida procede este dato de la altísima presencia de gases de efecto invernadero en EEUU con aproximadamente un 30 por ciento, pero es quizá el segundo ya, porque China está creciendo con rapidez en este sentido, a pesar del peso de EEUU en relación con el CO2 generado, como históricamente primer productor de gas y petróleo". Y todo esto abre la puerta a las energías renovables. Señala Terceiro en esta cuestión que las críticas que suelen hacerse a las subvenciones a las energías renovables carecen a menudo de un fundamento económico, ya que a diferencia de las energías fósiles generan externalidades positivas.
Ante estas cuestiones, ¿cuál es la realidad española? Existen ya valiosos estudios. Bastaría aludir al de Jorge Olcina, Evidencias e incertidumbres del cambio climático y de los riesgos asociados en el litoral mediterráneo español y a la aportación del profesor Terceiro sobre la clasificación de los países de mejor calificación a peor. La delantera la lleva en este sentido Suecia junto con los otros países escandinavos; pero también hay calificaciones de tipo medio-bajo y muy bajo.
En el grupo de aquellos países con una calificación baja está España, en el lugar 35 del conjunto mundial. La explicación la encuentra Terceiro en que hemos caminado en el terreno de la energía dentro de la llamada economía clientelar y, debido a ello, se hicieron aportaciones como la Ley 54/1997 del sector eléctrico. Por todo ello resulta imposible que nos podamos sentir satisfechos por el camino iniciado sobre el cambio climático.