
La eurozona recibió varias buenas noticias esta semana. La salida de Italia de la recesión y, sobre todo, el crecimiento del 0,4 por ciento de Alemania palían los temores a que la Unión Monetaria continúe en el estancamiento que sufrió al cierre de 2018. Además, EEUU baraja posponer todo decisión sobre posibles aranceles al automóvil europeo en seis meses.
Con todo, sería un error pensar que desaparecieron los riesgos para Europa, y en particular España, en el contexto internacional. La tensión comercial EEUU-China amenaza con alargarse sine die mientras el conflicto de Washington con Irán encarece el crudo. A ello, hay que sumar el punto muerto al que volvió la negociación del Brexit. Nuestro país dista de estar en la mejor condición para afrontar estas incertidumbres.
España afronta un contexto exterior difícil carente de planes de reforma y con la expectativa de un peligroso pacto de Gobierno
Antiguos desequilibrios vuelven a reaparecer como el déficit exterior o el exceso de deuda pública. Esta última marcó un nuevo récord en marzo, al elevarse al 98,7 por ciento. Con todo, más preocupante aún resulta la ausencia de planes para atajar estos problemas. Al contrario, el último Programa de Estabilidad ya reconoce una desviación en el objetivo de déficit de 9.000 millones este año. Moncloa pospone así la corrección de dicho desequilbrio a 2020 y fía todo a alzas de impuestos directos e indirectos. Este castigo fiscal aún puede ser mayor debido a la previsible inclinación del PSOE a pactar con Podemos la formación del nuevo Gobierno tras las elecciones de la semana próxima. Estos factores no pueden provocar un inmediato parón del crecimiento del PIB; sin embargo,su alta capacidad para minar la confianza de inversores y mercados implica serias amenazas para la economía en el medio y largo plazo.