
El acrónimo de oferta pública de adquisición, opa, es una de esas palabras fetiche en los ambientes bursátiles. Son muchos los inversores que buscan, y algunos encuentran, empresas que son opadas. Cuando una empresa es objeto de una opa, en el imaginario de los inversores surge el incremento de la cotización de la empresa que es objeto de compra. Y si además la opa es hostil, entonces el avance de la cotización puede ser más que interesante para los intereses de los accionistas de la entidad comprada. Sin embargo, una opa puede convertirse en una enorme pesadilla para los accionistas, especialmente para los minoritarios, que ven cómo los precios que se ofrecen por sus acciones son a precio de saldo, incluso de derribo me atrevería a decir.
Ejemplos tenemos muchos, el más reciente el de la empresa de distribución Dia, aún cuando no es el único. Hay muchos casos, y encontrarlos es fácil.
La Distribuidora Internacional de Alimentación, conocida por todos como Dia, es una empresa que cuenta con cuarenta años de historia. Pionera en un modelo de negocio hoy popular, como es el formato descuento, popularizó entre el público español fórmulas como la tarjeta de fidelización, mediante la que los clientes obtienen descuentos y precios más bajos. Dia fue creciendo mediante compras de otras cadenas. Al inicio del presente siglo, la distribuidora se integró en el grupo Carrefour. El grupo francés es el primero a nivel europeo y segundo en el mundo. Dia inicia así su internacionalización, que empezó con una tienda en Portugal y continuó con otras apuestas de diversificación que la llevaron a Brasil o a China, por citar tan solo dos de los países donde la cadena estuvo presente. El año 2011 constituyó un momento en el que detenerse. En concreto, el día 5 de julio, después de haber salido del grupo Carrefour, comenzó su cotización bursátil con un precio de 3,5 euros por título. En aquel entonces, el título no tuvo un mal rendimiento, especialmente si tenemos en mente el dificilísimo contexto que los mercados bursátiles españoles atravesaban en aquellos momentos. Prueba de ese buen comportamiento aludido anteriormente es que cuatro años después de su estreno en el parqué madrileño, con una crisis económica de caballo, concretamente en mayo y junio de 2015, el valor de la acción se duplicó. Ligeramente por encima de siete euros por acción es el nivel que llegó a alcanzar e, insisto, todo ello en un marco de crisis absoluta.
Sin embargo, a partir del verano del 2015 Dia comenzó su particular viaje a los infiernos. No fue inmediato, pero el valor fue poco a poco perdiendo brillo. El día 1 de julio de 2017, prácticamente seis años después de la salida a los mercados cotizados, con un precio de 5,7 euros, comenzó la debacle. Una caída que ha tenido su punto culmen esta misma semana.
Uno de sus accionistas de referencia, el magnate ruso Mijail Fridman, fue autorizado por la CNMV a lanzar una opa con un precio por acción de 0,67 euros. La autorización de la opa ha estado además dotada de todos los componentes como para ser tremendamente polémica, pues en un primer momento se dijo que el precio ofertado por Fridman no era un precio equitativo, posteriormente que sí lo era, y por último la CNMV autorizó la opa aún cuando no había un mínimo de aceptación.
Como vemos, la opa, insisto muy polémica, no ha deparado la alegría que en el imaginario inversor parece connotar. Son mu-chos los accionistas, especialmente los minoritarios, que se encuentran atrapados en una enorme pesadilla. Es más que probable que la entrada del inversor ruso lleve a una ampliación de capital de 500 millones, que serán suscritos y desembolsados en su totalidad por Fridman. La dilución del capital, de llevarse a cabo, será tan amplia que me atrevería a decir que la caída del precio de las actuales acciones tenderá a valer cero o prácticamente cero. Fridman, con esta ampliación, pasará a controlar la compañía española, una empresa que, por valor de sus tiendas e instalaciones, sí que tiene valor. Esas propiedades, el ladrillo, fueron las que centraron la atención del inversor ruso y la razón que está detrás del lanzamiento de la opa referida anteriormente.
He querido exponerles la historia de Dia de forma breve, pues ilustra muy bien la pesadilla de una opa dañina para minoritarios. Dia sí tiene valor, lógicamente todo depende del precio que se pague por ella. Todo apunta a que es en el citado inmobiliario donde reside el enorme interés de Fridman.
Por otra parte, resulta lógico que los minoritarios se movilicen, porque el valor de su inversión probablemente se evaporará. Siempre que hay una opa, siempre, se encuentra detrás el interés de rentabilizar una inversión. Ahora bien, esa opa puede ser un mal sueño para los minoristas. El que la lanza sabe muy bien dónde reside la rentabilidad, sin embargo la misma puede no llegar a todos los accionistas.
Ciertamente, la ley de opas, así como la Comisión Nacional del Mercado de Valores, intenta proteger a los minoritarios, pero como vemos en el caso de Dia salen muy dañados. Es el ejemplo más reciente, puede haber muchas causas y formas diferentes para que los minoristas salgan perjudicados del proceso. Cambiemos nuestros pensamientos en cuanto a ello, la ley intenta proteger a los minoristas, pero eso no significa que siempre sea así.