
El ciclo económico continúa siendo adverso para la banca europea. El retraso sine die de las alzas de los tipos de interés en la eurozona y la falta de una demanda solvente de crédito de suficiente envergadura lastran la recuperación de la rentabilidad de las entidades.
En ese escenario, el Santander opta por presentar un plan estratégico acorde con tan difíciles circunstancias. Responde así con sensatez al hecho de que hay en juego múltiples factores que escapan a su control, como el diseño de la política monetaria del BCE, y evita la presión que supone concretar una fecha para la consecución de sus objetivos.
Igualmente adecuada es la potenciación de su política de recorte de gastos, que ascenderá a 1.200 millones anuales. Los ajustes siguen siendo necesarios para compensar el magro avance del crédito. Sin embargo, el núcleo del plan estratégico se encuentra en el decidido impulso a la tecnología.
El objetivo de crear una plataforma digital que aúne todos sus servicios a escala global, supondrá un desembolso de 20.000 millones en cuatro años. En otras palabras, Banco Santander duplicará la ya alta cuantía que dedica anualmente a este capítulo, hasta los 5.000 millones. Es una estrategia que cuenta con todos los avales.
La digitalización no solo contribuye decisivamente a reducir costes. Además, es la única respuesta efectiva al desembarco en el sector financiero de las grandes tecnológicas. El problema estriba en que una reconversión de esta envergadura solo está al alcance de los grandes bancos. De hecho, la inversión del Santander únicamente encuentra parangón en las cuatro principales entidades de EEUU. Las firmas de pequeño tamaño, por tanto, lo tienen muy difícil para plantar cara a los nuevos rivales.