
Como en la película de Richard Donner, Maverick, Pedro Sánchez en plan Mel Gibson ha demostrado ser un tahúr del Mississippi. Un caradura simpático que, además, tiene un "manual de resistencia". Es muy capaz de ganar y de gobernar hasta el año 2030 de la mano de Rivera, de Iglesias o de Junqueras. ¿Qué más da? Lo importante es ganar y gobernar.
Las razones dadas para disolver las Cámaras han sido una auténtica obra maestra de cinismo político. No es que él sea un genio, sino que ha sabido rodearse de genios del marketing político. La jugada le ha salido redonda, igual que cuando sorprendió a sus adversarios con la moción de censura. Él solamente tiene que poner esa cara de pícaro, que tanto le gusta al electorado y entusiasma a las bases socialistas. Ha manejado una idea con fuerza: los socialistas nos situamos entre la "fachería" y la intransigencia. Es decir, se ha situado de un plumazo en el centro-izquierda, que es donde se ganan las elecciones, sobre todo cuando cuentas con todo el aparato del Estado (no disolverá hasta el día 5 de marzo) y con los medios de comunicación le hacen de palmeros.
La torpeza de sus adversarios va a encargarse de hacer el resto. En política no gana quien más acierta, sino quien menos se equivoca. Los independentistas han cometido un error de libro al imponer que se aceptase el relator y hablar de la autodeterminación. Dos fallos que han permitido a Sánchez romper las relaciones con ERC y con el PdCat. Le ha costado el consiguiente rechazo de los Presupuestos, pero no importa, lo ha capitalizado. El segundo error táctico ha sido el de Rivera, convocando la manifestación de la Plaza de Colón y apareciendo en la foto con Vox. Él solito se metió en el corralito de las "tres derechas", dejando el centro izquierda absolutamente libre. La ventana de oportunidad se completa con un Podemos descabezado, porque Pablo Iglesias está ejerciendo de padre responsable en su casoplón, mientras su mujer le sustituye. Y por si esto fuera poco, la derecha se ha "casado" con la extrema derecha, colocándose en una posición de enorme debilidad al haber abandonado la moderación. Una gran baza para Sánchez, quien se presenta como el defensor el diálogo y de la lealtad institucional.