
Alemania se libró de que su PIB entrara en recesión el pasado trimestre, pero su situación no invita al optimismo. El estancamiento que arrojó entre octubre y diciembre muestra hasta qué punto el núcleo de su industria, el sector automovilístico, se encuentra afectado por la adaptación a la nueva, y muy rigurosa, normativa europea sobre emisiones contaminantes (la WLTP).
A ello hay que sumar las todavía no resueltas tensiones comerciales con EEUU, que podrían afectar a la exportación de coches a ese mercado. Es todavía precipitado abocar a la locomotora europea a una recesión, pero sí parece improbable que pueda recuperar rápidamente su velocidad de crucero, lo que lastrará aún más a la economía de la eurozona, ya afectada por la contracción de Italia.