Cuando yo era niño también había cocineros, pero excepto algunos clientes nadie conocía su nombre. Luego consiguieron hacerse famosos algunos cocineros franceses, quizá por el abuso que hacían de la mantequilla.
Sin embargo, en los tiempos que corren, los cocineros han subido al olimpo de los medios de comunicación y hasta hay concursos de altísima audiencia que nos permiten ver en vivo y en directo a gentes de otros oficios (actrices, actores, músicos, novelistas...) ejerciendo de cocineros ante nuestras narices a la hora de la cena.
Y así el arte culinario de nuestras abuelas se ha colocado hoy a la altura del arte de Diego Velázquez o de Miguel Ángel Buonarroti. No he de aclarar a mis amables lectores que detesto esos concursos, y más si llenan las horas de más alta audiencia en la televisión pública, que apenas dedica tiempo a las clásicas expresiones culturales o a la Historia.
Aparte de esta cocina, hay otras. Me refiero a esos sistemas ignotos que consisten en sacar de mentiras verdades a la hora de estimar lo que van a votar los ciudadanos en las próximas elecciones.
El último patinazo lo han tenido estos cocineros -y de qué tamaño- al estimar el número de diputados que iba a sacar cada partido en las elecciones andaluzas celebradas el pasado 2 de diciembre. A este propósito, todo el mundo ha puesto de ropa de pascua al CIS, pero Tezanos no ha sido el único en meter la pata hasta el corvejón; las otras empresas encuestadoras también le daban a VOX uno o dos diputados y ha sacado doce. (12-1=11), un 11% de error, que diría aquel necio.
Cualquier encuesta de opinión o de intención electoral se ve muy seriamente amenazada por los errores de respuesta. Ya se sabe que buena parte de los españoles se atiene a la vieja conseja según la cual "al que quiere saber, poco y al revés".
En estas condiciones, si se solicita a un ciudadano que desvele el secreto de su voto, la tentación de engañar se acrecienta. Esto lo saben bien quienes se dedican a este negocio, por eso casi nunca publican los datos directamente obtenidos, sino que éstos se manejan mediante criterios opináticos, normalmente basados en el buen olfato con el cual la experiencia ha dotado al analista y en el recuerdo de voto.
¿A quién votó usted en las elecciones pasadas? Suele ser la pregunta. Como se conoce el resultado de esas elecciones, se sabe en cuánto están engañando los encuestados al contestar a esa pregunta, y el "analista" pretende, a partir de ahí, "sacar, de mentira, verdad", pero nunca nos dice cómo lo hace, con lo cual se le hurtan al usuario las tripas del manejo. En cualquier caso, baste con saber que ese proceso de "estimación" recibe dentro del gremio el clarificador nombre de "cocina". Una cocina cuyas recetas el "master chef" jamás nos cuenta.