Opinión

¡Viva la Constitución!

  • Algunos pretenden no sólo reescribir la historia sino ganar ahora la guerra

Toda Constitución democrática, empezando por la de EEUU, que es la más longeva de todas, es un contrato social para la convivencia en paz, pero además establece otras muchas cosas. Por ejemplo, la seguridad. Como ha escrito el profesor Antonio Rovira, "el derecho a la seguridad consiste en vivir con el convencimiento de que el orden constitucional garantiza efectivamente las exigencias humanas de libertad, igualdad, justicia, solidaridad... Que vivimos con la tranquilidad, con la convicción de que nuestros derechos están protegidos frente a los demás y frente a los más fuertes".

La Constitución también habla de derechos y de deberes. En primer lugar, el deber de respetar los derechos de los demás.

Pero la Constitución Española de 1978 fue, antes que otra cosa, la consagración de una imprescindible reconciliación nacional. Una convivencia que se rompió con la guerra civil (1936-1939) y continuó rota en forma de dictadura (1939-1975).

Fue aquel un enfrentamiento difícil de olvidar, pues lo peor que ocurrió durante la guerra no pasó en los frentes (95.000 muertos), sino en las retaguardias.

Lo más chocante del revisionismo es la propuesta del PSOE de crear una España federal

En total, unos 160.000 españoles fueron pasados por las armas en ambas retaguardias y hubo tres veces más muertos en la zona rebelde que en la republicana. Ello se debió en parte al avance territorial de los facciosos, que fue casi constante durante toda la guerra y cuando la guerra terminó no por eso dejaron de maltratar a los vencidos, tuvieran éstos o no sangre en las manos, con o sin "procesos" en tribunales militares. En la retaguardia republicana fueron asesinados unos 7.000 sacerdotes, seminaristas y monjas, incluyendo 12 obispos. Mediante las sacas de las cárceles, sólo en Madrid fueron asesinados miles, en Paracuellos y otros lugares, entre ellos personas como el escritor Muñoz Seca o Ramiro de Maeztu.

El proceso de reconciliación había comenzado en España antes de iniciarse el proceso constituyente, con la Ley de Amnistía (octubre de 1977), que amnistió "todos los actos de intencionalidad política, cualquiera que fuese su resultado, realizados con anterioridad al 15 de diciembre de 1976".

Esta ley perdonó las barbaridades cometidas por los represores franquistas, pero también los asesinatos en la retaguardia republicana y los más cercanos de los etarras, incluida aquella parejita de vascos franceses que vino a Madrid a poner por cuenta de ETA una bomba en una cafetería de la calle del Correo. Bomba que mató, entre otros inocentes, a una pareja de recién casados en luna de miel.

Vista así la cosa, cabe preguntarse: ¿de dónde ha salido ese espíritu crítico y revisionista de la Transición?

"Hubo amnistía, pero precisamente porque se recordaba demasiado bien aquel pasado sucio y se decidió echarlo al olvido, no utilizarlo políticamente, aceptando la responsabilidad de todos", escribió entonces Santos Juliá.

Marcelino Camacho, portavoz en aquella ocasión del PCE en el Congreso, dijo: "Los comunistas, que tantas heridas tenemos, que tanto hemos sufrido, hoy estamos resueltos a marchar hacia delante por la vía de la libertad, de la paz y del progreso. Hoy no queremos recordar ese pasado, porque hemos enterrado a nuestros muertos y nuestros rencores".

Vista así la cosa, cabe preguntarse: ¿de dónde ha salido ese espíritu crítico y revisionista de la Transición? ¿Con qué pruebas se afirma que aquello fue una gran chapuza? ¿Por qué, además de equivocados, se califica de desagradecidos, cobardes y hasta de traidores a quienes -desde la izquierda- apostaron entonces por la reconciliación y el olvido? ¿De dónde sale la idea de que la Ley de Amnistía, a la que califican de amnésica, fue hecha en beneficio de los torturadores y asesinos que habían campado por sus respetos durante la larga noche dictatorial? ¿Por qué se reivindica con gran énfasis la "merecida exaltación pública" de los "héroes republicanos" que perdieron sus vidas y haciendas en defensa de los ideales democráticos? ¿De dónde nace ese renovado interés por la Guerra civil? ¿Acaso se pretende no sólo reescribir la historia sino también ganar ahora, ochenta años después, la guerra que se perdió entonces?

Quienes quieren reescribir la Historia también quieren llevarnos del ronzal hacia una tercera República (como si no hubiéramos tenido bastante con los dos fracasos anteriores), para lo cual el primer objetivo es acabar con la Monarquía, "porque el Rey no es elegido por sufragio popular". Ante argumento tan definitivo, yo les pido a estos republicanos que se vayan a Suecia a convencer a los suecos con tan aplastante argumento y, de paso, que nos dejen en paz.

Pero lo más chocante del revisionismo constitucional ha venido de la mano del nuevo PSOE que, pretendiendo dialogar con los separatistas, ha propuesto una España plurinacional (lo cual choca de frente con el artículo 2 de la Constitución) en un estado federal, como si el actual de las autonomías no lo fuera. En fin, otro brindis al sol que a lo único que conduce es a la confusión en las propias huestes.

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