
Las elecciones andaluzas dibujan un panorama desconocido en la que única autonomía que no experimentó la alternancia política en casi cuatro décadas. El PSOE volvió a ganar, pero con una debacle histórica al caer, por primera vez, por debajo de los 40 escaños. Con tan solo 33 asientos, ni siquiera la unión con la también debilitada coalición de Podemos e IU le permitiría hacer frente a un hipotético pacto PP-Ciudadanos-Vox que desbancaría a Susana Díaz de la Junta.
Opuesta es la situación de estos partidos. Aunque los populares retroceden, consiguen conservar la segunda posición. Inmediatamente después se sitúa Ciudadanos, con unos meritorios 21 escaños. Pero la gran sorpresa la brindó Vox al irrumpir por primera vez en el Parlamento con 12 escaños que le permiten disparar, además, sus expectativas a escala nacional en unas elecciones generales.
Con todo, lo único ahora claro sobre esos comicios es que el PSOE incurriría en un gravísimo riesgo para sus expectativas si adelantara sus convocatoria a la próxima primavera, como el presidente Sánchez ya barajaba. No obstante, el hecho de que los socialistas opten por agotar la legislatura en Moncloa no implica que sus apuros disminuyan.
Llegar a 2020 exige una prórroga presupuestaria y asumir la senda de déficit del 1,3% que aprobó el PP. En este contexto, el único modo de financiar las alzas del desembolso público que el Gobierno impulsa es recurrir a la creación de nuevos impuestos de incierto recorrido. En estas circunstancias, ante la situación inédita que los comicios de ayer en Andalucía han abierto. el PSOE debe asumir que la única vía a través de la que puede garantizar el cumplimiento del objetivo de déficit es el recursos a nuevos ajustes del gasto.