
El centro de atención de economistas, mercados financieros y gurús estará puesto en la cena que celebran este sábado en Buenos Aires los presidentes de Estados Unidos y de China, las dos superpotencias del planeta. Trump amenazó con imponer aranceles del 25 por ciento a un volumen de productos y servicios importados de China por valor de 200.000 millones, que se suman a los más de 100.000 millones de mercancías que sufren ya cargas arancelarias del 10 por ciento.
Si Trump ejecutara estas amenazas, la economía americana descarrilaría, al igual que la de China y arrastraría consigo al resto, según reconocen varios asesores de La Casa Blanca. Poco importaría ya que Theresa May no saque adelante el acuerdo descafeinado del Brexit, que Italia se salte las barreras del déficit de la UE o que Sánchez no tenga presupuestos.
Los negociadores de ambos lados trabajan en un acuerdo de mínimos que permita continuar durante unos meses con las conversaciones bilaterales sobre propiedad intelectual, seguridad jurídica o apertura del mercado chino a cambio de que Pekín suspenda temporalmente los aranceles sobre productos energéticos y agrícolas americanos.
Trump perdió la Cámara de Representantes en las elecciones de medio término celebradas a comienzos de noviembre debido a la falta de apoyo de los agricultores, enfadados por la caída de sus exportaciones de soja y maíz a China, así como de pequeños productores petroleros. Se trataría de rubricar una tregua similar a la alcanzada con la Unión Europea o Japón, a cambio de cesiones temporales por parte de éstos.
La caída del crudo tiene dos efectos beneficiosos, por un lado, favorece el descenso de la inflación y, por otro, estimula el consumo, porque deja más dinero en manos de los ciudadanos
El presidente norteamericano tiene mala prensa entre una parte importante de los votantes americanos por su desprecio a la inmigración, su trato a las mujeres o su defensa del proteccionismo, pero en economía no da puntada sin hilo.
En las últimas semanas consiguió que el precio del petróleo se desplome de 80 a 50 dólares por barril para poner coto a la subida de los tipos de interés. La caída del crudo tiene dos efectos beneficiosos, por un lado, favorece el descenso de la inflación y, por otro, estimula el consumo, porque deja más dinero en manos de los ciudadanos.
Powell cambió de idea después de que su mentor, el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, soportara una bronca monumental de Trump por las últimas subidas de los tipos de interés
El miércoles, el presidente de la Reserva Federal, Jeremy Powell, dobló la cerviz ante la presión de Trump y se mostró dispuesto a aminorar la escalada de los tipos de interés en 2019. ¿Dónde queda la independencia de la institución que maneja la política monetaria de la primera potencia económica del mundo?
Powell cambió de idea después de que su mentor, el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, soportara una bronca monumental de Trump por las últimas subidas de los tipos de interés. Lo acusa de haber colocado a un enemigo del America first al frente de la institución monetaria.
¿Qué pretende el presidente americano con sus amenazas? Necesita que la economía llegue en buenas condiciones hasta noviembre de 2020, fecha en la que se juega un nuevo mandato por otros cuatro años. No quiere pasar a la historia como uno de los pocos dirigentes que sólo estuvo en La Casa Blanca durante una legislatura.
El inquilino del despacho oval culpa de la pérdida de la Cámara Baja en los comicios a la caída de Wall Street de en torno al 10 por ciento por temor a la llegada de una recesión. Los americanos invierten sus pensiones y gran parte de sus ahorros en la bolsa de su país. Cuando ésta cae, se retrae el consumo y la inversión, porque se considera como un indicador adelantado de lo que puede ocurrir en el futuro a la economía en general.
Wall Street triplicó su valor desde la Gran Crisis de 2008, pero en los últimos meses sufre una fuerte volatilidad por la competencia que plantean los bonos del Tesoro
¡Igualito que en España! Donde algunos políticos presumen de tirar algunos valores, como ocurrió recientemente con la banca a raíz de la polémica sentencia de la Sala Tercera del Supremo sobre los impuestos hipotecarios o donde se demoniza a las eléctricas y a las petroleras.
Wall Street triplicó su valor desde la Gran Crisis de 2008, pero en los últimos meses sufre una fuerte volatilidad por la competencia que plantean los bonos del Tesoro, cuya rentabilidad supera el 3 por ciento a diez años. La perspectiva de un mayor encarecimiento del precio del dinero, alimentada hasta ahora por Powell, provoca tensiones en los valores bursátiles, sobre todo en los tecnológicos, donde los dividendos son menores.
Además, el PIB americano está desacelerándose. En el último trimestre creció el 3,5 por ciento en tasa anual, frente al 4,2 por ciento del precedente. Un ritmo elevado, pero que irá perdiendo fuelle a lo largo del próximo año a medida que se apaguen los efectos del fuerte ajuste tributario y la supresión de trabas administrativas acordadas por Trump.
Las tecnológicas como Apple presionan, además, para aplazar cualquier sanción adicional a China porque todos sus grandes productos como el iPhone o el iPad se fabrican allí y sufrirían una merma de rentabilidad
El republicano no podrá seguir, además, alimentando la burbuja mediante más recortes de impuestos, porque a partir de ahora cualquier medida que afecte al gasto deberá contar con el visto bueno de la Cámara Baja, en manos de los demócratas.
Las tecnológicas como Apple presionan, además, para aplazar cualquier sanción adicional a China porque todos sus grandes productos como el iPhone o el iPad se fabrican allí y sufrirían una merma de rentabilidad. Hoy por hoy, con una capitalización cercana al billón con b de dólares, Apple es la mayor compañía americana.
¿Se atreverá Trump a desafiar a los señores de Silicon Valley y poner de nuevo en jaque a Wall Street? Todo dependerá de la voluntad de Pekín por abrir sus mercados. Lo esperado es que, tarde o temprano, se llegue a un arreglo satisfactorio para ambas partes. Porque no sólo Pekín, como presumía hasta ahora Trump, también Washington tiene mucho que perder. Es lo que conviene a todos, porque ya saben que cuando Estados Unidos estornuda, el resto del planeta se pone a temblar.
PD.-El mensaje trasmitido hasta la saciedad por Pedro Sánchez de que hay que acabar con los recortes y de que el Estado tiene suficientes recursos para alimentar su gigantesca maquinaria está sacando a la calle a varios colectivos públicos para exigir mejoras de sus condiciones. En Cataluña, el problema se agrava porque el gasto para atender las reivindicaciones independentistas impulsado por Torra deteriora servicios básicos como la sanidad. Cada vez es más urgente para Sánchez aprobar un Presupuesto que le permita subir impuestos para financiar todas las promesas de gasto y mantener el déficit bajo control.