
La encrucijada que afronta Philip Hammond sería suficiente para intimidar al más poderoso de los ministros que han pasado por el 11 de Downing Street, pero el ocupante actual apenas puede reivindicar influencia más allá de los muros del Tesoro.
El tándem que forma con Theresa May palidece ante los precedentes más inmediatos, como la sociedad Cameron-Osborne, o la formada por Tony Blair y Gordon Brown, y si bien May tampoco puede presumir de popularidad, la continuidad de Hammond siempre aparece entre las más cuestionadas cada vez que se habla de una remodelación de gobierno.
Su estrategia de mantener un perfil bajo le ha dado resultado y pese a enfrentamientos importantes con compañeros de Gabinete, como el titular de Defensa y la plana mayor de los eurófobos, el ministro del Tesoro se ha consolidado como una de las voces más prudentes de un ejecutivo con excesivas salidas de tono.
Su problema es que, a diferencia de sus influyentes antecesores, no solo su margen de intervención es limitado, sino que sus propias advertencias, especialmente en materia de Brexit, tienden a ser ignoradas en un Consejo de Ministros con intereses enfrentados ante el principal reto afrontado por Reino Unido desde la II Guerra Mundial.
La presentación del Presupuesto constituye su oportunidad de reclamar la porción de influencia que le corresponde como arquitecto de la reconstrucción de las finanzas. Pese a las constricciones impuestas por promesas electorales, como la eliminación del déficit a mediados de la próxima década, su capacidad de maniobra puede marcar la dirección del país a medio y largo plazo.
Hammond se encuentra ya preparando la revisión de gasto que presentará el próximo año, la hoja de ruta que guiará las decisiones clave del Gobierno, desde la política fiscal, a la interacción con las autoridades locales, el grado de compromiso con la asistencia social o el tamaño del Estado. Esta jornada, por tanto, se aguardan pistas de qué espera a la segunda economía europea que, como el ministro que la gestiona, está en la encrucijada.