Opinión

¡Por lo menos, cállense!

María Jesús Montero, ministra de Hacienda. Imagen: EFE

La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, ha cumplido con la amenaza que lanzó hace unas semanas en el Congreso: si no hay presupuestos tendremos que subir más los impuestos para cumplir con la senda del déficit pactada por el PP. Dicho y hecho. Montero anunciaba este jueves otra medida de difícil ejecución: un impuesto del 5 por ciento a las ganancias de las filiales en el exterior. Una iniciativa complicada de ejecutar, porque tendría que romper los convenios firmados con varios países para evitar la doble imposición.

Primero fueron los impuestos a las grandes empresas y a las rentas altas, luego al diésel y ahora a las filiales en el exterior. Las nuevas cargas fiscales suman ya 10.000 millones anuales, justo la cifra que demanda Podemos.

La ministra no es consciente de que anunciar un gravamen cada día crea desconfianza y desincentiva la inversión La realidad es que todo es una gran mentira, porque el Gobierno no cuenta con apoyos suficientes para pasar los Presupuestos por la Cámara. Entonces, ¿para qué lo anuncia?, se preguntarán ustedes. Para preparar el ambiente para la campaña electoral, aun a costa de amedrentar a los empresarios, los únicos que pueden invertir.

Son ideas oportunistas, cortoplacistas y dirigidas al elector. Las medidas sociales aprobadas este viernes en materia eléctrica acabarán con el superávit del sistema, alrededor de mil millones. ¿Y cómo se financiará en el futuro? ¡Ah! ¿Y eso que importa? ¡Disfrutemos del presente!

El Gobierno nunca tuvo intención de agotar la legislatura. Disolverá las Cortes en cuanto sople el viento a su favor en los sondeos. Y ahora más, porque se ha convencido de que cuanto más tarde, será peor

Sánchez admite ya en público que convocará elecciones en cualquier momento. La presidenta andaluza, Susana Díaz, se opone con uñas y dientes a fijar una fecha común para los comicios autonómicos y generales. Pese a que la relación con Sánchez es gélida, inexistente, éste parece dispuesto a buscar otra fecha, probablemente en marzo.

El Gobierno nunca tuvo intención de agotar la legislatura. Disolverá las Cortes en cuanto sople el viento a su favor en los sondeos. Y ahora más, porque se ha convencido de que cuanto más tarde, será peor. Entre otras razones, porque la economía no aguanta.

Llevamos un par de años sin medidas concretas, la última etapa de Mariano Rajoy y ahora la de Sánchez. Y las nuevas que se anuncian no son más que un alza de la presión fiscal. Para colmo de males, la ministra de Trabajo, Magdalena Valerio, prometió esta semana incrementar las pensiones al mismo ritmo que la inflación real, un término aún por definir, pero que implicará subidas por encima del crecimiento del PIB. Un error que ya nos arrastró a la gran crisis de 2008.

La medida, ratificada por todos los partidos del arco parlamentario por temor a perder votos, es de una gran irracionalidad, porque supondrá detraer recursos de las familias en activo para nutrir las rentas de los mayores, que en su mayoría las dedican al ahorro en lugar del consumo. Es decir, acabará empobreciendo a la clase media y trabajadora, como les gusta decir.

Entre la lotería de los impuestos de Montero y el alza de las pensiones y de las cotizaciones a la Seguridad Social de Valerio, el ánimo inversor está por los suelos y el pesimismo no hace más que crecer. Ya que es complicado hacerlos cambiar de opinión, por lo me-nos, se deberían callar hasta tener la certidumbre absoluta de lo que van a ha-cer, si no quieren empeorar las cosas.

Todo apunta a que el año próximo será más difícil que el actual y muchos economistas auguran ya una recesión en 2020, coincidiendo con el fin del plan de estímulos económicos de Donald Trump

El panorama internacional tampoco ayuda. El desafío a Bruselas de los vicepresidentes populistas italianos Di Maio y Salvini disparó la rentabilidad del bono italiano por encima del 3 por ciento, algo jamás visto desde la crisis del euro, lo que les obligó a retroceder. Pero la retirada de las compras de deuda del BCE, a finales de año, seguirá presionando sobre el coste de la deuda.

En Estados Unidos, la fortaleza de la economía, aupada por la relajación de las tensiones comerciales tras la reedición del Tratado de Libre Comercio con México y Canadá, también empuja al alza los tipos y el dólar. Todo apunta a que el año próximo será más difícil que el actual y muchos economistas auguran ya una recesión en 2020, coincidiendo con el fin del plan de estímulos económicos de Donald Trump.

Para las empresas españolas es clave la cita electoral de este fin de semana en Brasil. Los favoritos para disputarse la segunda vuelta en las elecciones presidenciales son Fernando Haddad, el candidato de Lula, y el populista Jair Bolsonaro. Paradójicamente, el mundo económico aplaudiría una victoria de este último, porque cuenta con un programa de bajada de impuestos.

Así lo entendió la bolsa brasileña, que se revalorizó el 8 por ciento ante el liderazgo de Bolsonaro en los sondeos. De todos modos, el triunfo de Haddad tampoco chirría, porque mantiene un discurso moderado dentro de la izquierda. Es importante que salga un Gobierno fuerte para poner en marcha las reformas.

PD.-El ex vicepresidente del Gobierno, Rodrigo Rato, se prepara para entrar en prisión, después de que fuera sentenciado a cuatro años de cárcel por las tarjetas black, de Caja Madrid. Rato confió en eludir la prisión hasta el último momento. En su última comparecencia pública en el Congreso reiteró su inocencia y presumió de que ningún juez lograría condenarle por las presuntas irregularidades en sus sociedades en el exterior ante la falta de pruebas. Pero eso ya es historia.

La entrada en la cárcel es un duro golpe a su autoestima, ya que toda su vida combatió para que no se repitiera la escena de su padre y de su hermano, que fueron condenados a tres y dos años de cárcel, respectivamente, en 1966. Los Rato culparon de todo a la ambición de Nicolás Franco y de José Ma-ría Ruiz Mateos, que acabó absorbiendo el Banco de Siero, propiedad de la familia Rato, en el holding de la abeja. Medio siglo después, Rodrigo Rato sigue el camino de sus antecesores debido a su soberbia y a creer que estaba por encima del bien y del mal. ¡Grave error político!

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