Opinión

Los cambios que el FMI necesita

En la imagen, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde.

Imagínese un mundo en el que las reuniones del FMI fueran menos funcionariales. Antes de la reunión -la de 2018 tendrá lugar en Indonesia este mes- el FMI solicitará a sus 189 países miembros tres temas de política económica en los que centrarse, no sólo en los debates oficiales, sino también en los numerosos seminarios que se celebran en paralelo. El resultado sería un programa que respondiera mejor a la continua ansiedad que sienten un número creciente de responsables de la formulación de políticas.

Durante gran parte de la década desde que estalló la crisis financiera mundial, los países han estado sujetos al llamado "factor global": un conjunto de influencias externas que los países no pueden gestionar, pero que desempeñan un papel importante en la determinación de las variables domésticas clave. Esto ha generado una volatilidad económica y financiera que ha complicado la gestión de las políticas internas, ha alimentado la polarización política y ha exacerbado las divisiones sociales.

El enfoque America First" deTrump ha tendido a amplificar los sentimientos internacionales de incertidumbre e inseguridad, especialmente en Asia. Ahora, más allá de tener que hacer frente a grandes cambios en los flujos de capital, tipos de interés y movimientos de divisas, estos países deben ajustarse a la realidad de que es posible que ni siquiera puedan contar con algunos de sus supuestos básicos de larga plazo sobre el comercio internacional.

Pero no se trata sólo de un problema de las economías emergentes. A pesar de los intentos de aumentar la resiliencia, gran parte del mundo sigue siendo vulnerable ante la globalización. Por supuesto, los países con vulnerabilidades económicas y financieras internas existentes son generalmente los primeros en enfrentarse a las perturbaciones. Pero incluso en economías mejor administradas, los factores externos afecftan a las condiciones financieras locales de manera que pueden tener poco que ver con lo interno.

En Suiza, por ejemplo, los retos de la gestión económica de los últimos años han tenido más que ver con los efectos indirectos de la eurozona que con problemas propios. Al enfrentarse a estos desafíos, las autoridades se han visto obligadas a aplicar algunas medidas distorsionadoras, en particular, tipos de interés muy negativos.

Algunas de estas dinámicas desestabilizadoras podrían intensificarse en los próximos meses, por dos razones. En primer lugar, los bancos centrales seguirán en la senda de la normalización de la política monetaria después de muchos años de medidas ultralaxas centradas en reprimir la volatilidad financiera. Como resultado, es probable que las condiciones financieras de gran parte del mundo emergente se vuelvan más estrictas e impredecibles.

En segundo lugar, los resultados de las economías avanzadas son divergentes, con una aceleración del crecimiento en EEUU y una pérdida de impulso económico en Europa y el Japón. Esto ejercerá una presión aún mayor sobre los diferenciales de tipos, ya en máximos históricos, y sobre la volatilidad de los tipos de cambio de los combustibles.

Más allá de sus consecuencias económicas, es probable que estas tendencias exacerben las tensiones sociales. Después de todo, los efectos de ambas corrientes pueden ser difíciles de entender sin una comprensión decente de la estructura de mercado bastante complicada y de los factores técnicos. Esto hará que los retos monumentales que tenemos por delante sean difíciles de comunicar al público, dejando a muchos sintiéndose confundidos, inseguros y frustrados.

El FMI puede y debe ayudar a sus miembros a enfrentar estos desafíos asumiendo un papel más am-plio en el análisis y la conducción más eficaz de los debates en áreas fundamentales. En un mundo así, el programa del Fondo haría hincapié en la adopción de medidas más audaces en tres esferas.

En primer lugar, a nivel de país, además de centrarse en cuestiones generales de resiliencia económica, el FMI examinaría la posibilidad de aplicar medidas eficaces durante las etapas más extremas de los ciclos de liquidez mundiales, incluso para contrarrestar las fuerzas técnicas perturbadoras. Este enfoque sería una prolongación natural del trabajo realizado en materia de medidas cautelares micro (centradas en las instituciones) y macro.

En segundo lugar, a nivel institucional, el FMI seguiría presionando enérgicamente para que se adopten medidas de seguimiento y tratamiento de los efectos indirectos y los efectos indirectos, incluida la incorporación y expansión de vínculos financieros que son superiores en términos de supervisión, diseño de programas y mecanismos de alerta temprana. Esto evitaría que la cola de oscuras inestabilidades financieras sacuda la economía real. La importancia de tales medidas fue destacada a principios de este año en Argentina, donde un programa tradicionalmente bien diseñado fue efectivamente desbaratado en apenas unas semanas por desarrollos técnicos imprevistos.

En tercer lugar, a nivel multilateral, es necesario un debate más franco, genuino y cooperativo sobre los efectos transfronterizos de las políticas de cada país. En ese debate se debe reconocer el fracaso de los esfuerzos anteriores para abordar la cuestión, así como los costes de profundizar la fragmentación del sistema monetario internacional. Esto planteará inevitablemente cuestiones de representación y gobernanza justas en las instituciones multilaterales, así como el sesgo persistente en la respuesta del sistema a los grandes desequilibrios y a las divergencias en los resultados económicos y de política.

Si no se progresa en estos tres ámbitos, los inquietantes enigmas y los perturbadores desafíos políticos a los que se enfrentan muchos países de todo el mundo seguirán sin resolverse en gran medida. Esto aumentará el riesgo de que los países implementen políticas que no sólo entren en conflicto con las de sus vecinos, sino que también pueden terminar siendo perjudiciales en casa.

El FMI es el organismo más adecuado para actuar como asesor de confianza y director eficaz de la orquesta mundial de políticas. Sin embargo, para cumplir con ese papel, debe fortalecer su credibilidad como líder receptivo y eficaz. Eso significa escuchar mejor a sus miembros y luego ayudarles a desplegar políticas más eficaces.

© Project Syndicate

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky