
Hace diez años la quiebra del cuarto mayor banco de EEUU, Lehman Brothers, convulsionó el sistema financiero internacional. Desde entonces, los principales bloques económicos del mundo no han parado de construir barreras para que turbulencias de este tipo no se vuelvan a repetir.
Uno de los cortafuegos entró en vigor este año en la UE. Se trata del MREL (mínimo requerido de pasivos elegibles, según sus siglas en inglés), una nueva normativa que obliga a los bancos europeos a blindarse frente a futuras crisis emitiendo más títulos de deuda subordinada y bonos contingentes convertibles (los famosos cocos).
La Unión es exigente y demanda que los principales bancos tengan en circulación 195.000 millones de euros en estos activos. De ese total, casi un tercio (61.000 millones) corresponderá a las entidades españolas, lo que les supondrá un gran esfuerzo, no sólo por la gran cuantía exigida, sino por la especial naturaleza de este tipo de deuda.
Títulos como los cocos prevén su conversión inmediata en acciones del banco emisor en el momento en que el nivel de solvencia de la entidad desciende por debajo de una determinada cota. Existe, por tanto, un riesgo innegable de que los propietarios de cocos incurran en pérdidas, por lo que, para atraerlos, es preciso pagarles altos intereses.
En otras palabras, los costes de financiación de los bancos españoles van a incrementarse sustancialmente para construir el colchón anti-crisis que la UE demanda. Las entidades pequeñas lo sufrirán con especial intensidad.
Pero lo cierto es que muchos bancos españoles, con independencia de su tamaño, tendrán que afrontar un obstáculo más en la carrera por recuperar los niveles de rentabilidad previos a la crisis.