Opinión

El desplome de la popularidad de Macron

Imagen: Reuters

El nivel de popularidad de Emmanuel Macron se ha desplomado de modo espectacular. Según un sondeo Ifop, publicado por Paris Match en tan solo un mes ha caído del 41 al 31 por ciento. Es el más bajo desde que asumió la jefatura del Estado. Aun peor: está por debajo de su desafortunado antecesor, François Hollande, tras 16 meses de presidencia. Macron es censurado por los simpatizantes - de izquierda como derecha - que le respaldaron para llegar al Elíseo. Cada vez más franceses están en desacuerdo con su gobierno. Tras dos renuncias sorpresivas esta semana el presidente ha remodelado el ejecutivo. Nicolas Hulot, una de las figuras políticas más apreciadas en el país vecino, dimitió al ver frustrada su voluntad de hacer avanzar la lucha contra el cambio climático desde el gobierno. A su renuncia se sumó la de la ministra de Deportes, Laura Flessel, figura asimismo popular, quien justificó su decisión con "motivos personales".

El mandatario llegó al poder con un programa reformista y modernizador. Con Hulot y Flessel, Macron pierde precisamente a dos ministros estrella, procedentes de la sociedad civil que abanderaban el nuevo estilo que proponía.

Para evitar el hundimiento Macron ha optado por dos políticos leales aunque de perfil bajo. No aprovechó la ocasión para sustituir también a la ministra de Cultura, Françoise Nyssen, en la picota por esconder dinero al fisco ni declarar obras realizadas en su empresa.

Las dimisiones se producen tras lo que puede calificarse como un verano agitado para Macron. Por una parte está el escándalo de su ex jefe de seguridad, Alexandre Benalla, quien fue filmado cuando golpeaba a dos manifestantes durante unas protestas con motivo del 1 de mayo. Las consiguientes sanciones, insustanciales. Además, la imagen del jefe del Estado se resiente por las dudas y vacilaciones sobre la implementación de la reforma fiscal. Solo a regañadientes la opinión pública había aceptado la de la Ley de Trabajo y la de los ferrocarriles, dos símbolos del inmovilismo francés.

La fragilidad de la oposición y las derrotas de las organizaciones sindicales por falta de soporte popular habían ido salvando las reformas hasta el momento. Pero la ausencia de datos económicos positivos, a pesar de las audaces modificaciones emprendidas, contribuye a aumentar la decepción. El crecimiento, estancado en un 1,7 por ciento. El paro no baja del 9 por ciento. El déficit público se sitúa en el 2,5 del PIB y la deuda pública se acerca al 97. Si bien se achacan a la subida del precio del petróleo y a la del euro el freno de las expectativas económicas, la realidad es que sus vecinos europeos sufren las mismas circunstancias sin reflejar resultados similares.

La reforma del sistema de pensiones y la del seguro de paro son las grandes citas para 2019. Tampoco le ayudarán a remontar en las encuestas y sí para unir a la oposición y a la sociedad en sus protestas.

Lo más importante es que 2019 es el año de unas cruciales elecciones europeas. Sobre todo debido al auge de populistas y nacionalistas. Pueden suponer la primera derrota electoral del joven mandatario. No es de extrañar que el líder de La Francia Insumisa, el izquierdista Jean-Luc Mélenchon, ya se esfuerza en presentar los comicios para el Parlamento Europeo como un plebiscito para Macron. Recuérdese que La República En Marcha, todavía no tiene diputados en la Eurocámara. El presidente lleva meses recorriendo el continente. Esta semana ha concluido en Luxemburgo una gira europea durante la cual se reunió con siete dirigentes en siete semanas.

Pretende que emerja un nuevo movimiento político progresista en Europa antes de finales de año en torno a su formación, En Marcha. Es decir, recomponer el paisaje político europeo como hizo dentro de Francia. Cuenta para ello con que se produzca una escisión en el mayoritario Partido Popular Europeo, y que agrupa a conservadores que van desde los cristianodemócratas de Angela Merkel hasta el partido nacionalista de Viktor Orbán, el Fidesz. Con razón, Macron afirma que no se puede estar al mismo tiempo del lado de Merkel y del de Orbán.

Macron se dispone a conformar una "coalición progresista" en la Unión Europea. Sin embargo, repetir a nivel europeo el éxito electoral de su país va a ser muy complicado.

En especial, busca el apoyo de Merkel para consolidar su "arco progresista" frente a los populistas antieuropeos. Asume junto a la ahora mermada canciller el liderazgo frente al tándem xenófobo conformado por Orbán y el italiano Matteo Salvini.

Queda atrás el verano. La rentrée, la vuelta a la rutina diaria, muestra una inquietante debilidad del actual campeón del europeísmo.

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