Opinión

Los perjuicios de las alzas fiscales

Foto: Getty.

El verano enfila su recta final y es ya posible hacer un balance sobre la temporada turística en España. Sus primeros datos no son alentadores.

En julio la llegada de turistas extranjeros cayó casi un 5%, el mayor retroceso desde mayo de 2010, en plena crisis económica. En paralelo, el gasto por visitante, el eterno caballo de batalla del sector, vuelve a mostrar menguas (del 1% según la última estadística).

Sería temerario ver en estas cifras un traspié temporal, ya que la recuperación de nuestros destinos rivales en el Mediterráneo es un hecho y cada vez son más competitivos.

Por tanto, el turismo se debilita en un momento delicado, en el que otros motores clave del PIB muestran una anemia parecida.

Así, la desaceleración del consumo es una realidad como vuelve a demostrar el descenso del 1,2% de las ventas en las grandes superficies en julio. Es su mayor caída en cuatro años y confirma la tendencia descendente que empezó a manifestarse en abril.

Sin duda, no hay base para dar por hecha una nueva recesión en España, pero el Gobierno no debe minusvalorar el cambio de ciclo que se está produciendo ni mucho menos agravarlo emitiendo señales contraproducentes.

Hablar de un IRPF más alto para sueldos elevados y para el ahorro o, como Podemos, abogar por nuevos impuestos contra la "especulación" (sin caer en la cuenta de que toda inversión tiene un inevitable, y legítimo, componente especulativo pues persigue un beneficio) constituyen un error.

El Gobierno adopta un discurso en pro de la estabilidad, garantizando objetivos como el cumplimiento del déficit. Pero el hecho de que fíe esas metas solo a las subidas de impuestos crea incertidumbres en inversores, empresas y contribuyentes.

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