
La lira turca frente al dólar volvió ayer a sufrir un desplome, en este caso del 7%. Fue la reacción a la rebaja que la agencia Moody's hizo de la calificación crediticia de 14 bancos (incluido el Garanti), seis instituciones financieras y doce de las principales empresas turcas.
En un análisis superficial, la acción que protagoniza Moody's (y con anterioridad S&P) podría sorprender después de la mayor tranquilidad que parecía rodear a la crisis turca en los últimos días, una vez superado el lunes negro que vivió el pasado día 13.
Desde entonces, la lira arrojó importantes apreciaciones (de más del 20% en tan solo dos días) e incluso llegaron a Ankara ofertas de nuevas inversiones, como la protagonizada por Qatar.
Sin embargo, nada ha cambiado en lo que respecta a los fundamentos de la crisis turca. El país sigue presa de su alto endeudamiento y de una inflación disparada, mientras el presidente Erdogan se resiste a permitir una subida de tipos o a reclamar ayuda al FMI.
En este contexto, es comprensible que Moody's avise de la posibilidad de que se produzcan problemas de financiación que pondrían a todo el sector bancario contra las cuerdas. Es cierto que, debido al pequeño tamaño de Turquía, los expertos niegan que tenga capacidad de crear una nueva crisis en otras economías emergentes y, por extensión, en el PIB global.
Sin embargo, resultaría ingenuo negar que el país es todavía una fuente de riesgos, sobre todo, para la eurozona. Sin duda, Moody's y S&P muestran una adecuada cautela al asegurar que el impacto para grupos como BBVA serían aún "limitados", pero no deben minusvalorarse los efectos que tendría un agravamiento de la crisis turca que siembre el temor entre los inversores.