
La estrategia de Torra durante la semana pasada en este tórrido agosto fue el preludio de lo que prepara para septiembre. Esa semana mostró dos caras: una en la manifestación ante la cárcel de Lledoners y otra en el reconocimiento a las víctimas.
En ninguna de ellas ocultó sus pretensiones, pero en la de la carcel se quitó la careta, atacando al, según él, injusto Estado español, mientras en la segunda lo hizo con gestos, cuando destacó a la esposa del exconseller Forn. Dos formas de decir lo mismo. Seguro que está satisfecho de su habilidad. Los independentistas se vanaglorian de su astucia al utilizar de manera cínica a su favor conceptos como libertad de expresión, derechos humanos...
Todo por algo que le permite ese Estado al que Torra odia o desprecia según se interpreten las ideas que ha publicado a lo largo de su vida. Torra es president de la Generalitat por las leyes españolas. Las que establecen la existencia de esa misma Generalitat y regulan su funcionamiento. Torra tiene dinero y altavoz para defender sus ideas por ser president. La democracia tiene esa grandeza.
Los independentistas catalanes saben su fortaleza y por eso intentan acabar con ella. Pero se equivocan. La democracia permite que se le critique, incluso que se le insulte; tiene paciencia infinita con los discrepantes. Pero si alguna vez fue derrotada momentáneamente, como en la época del fascismo o el comunismo, acaba volviendo.
Es probable que, en algún momento, los demócratas pierdan la paciencia y tengan la tentación de saltarse sus propias leyes. Pero no lo deben hacer; perderían su superioridad moral, que es lo que en septiembre intentará Torra a base de provocaciones. La Diada, el recuerdo del acuerdo de las pseudo-leyes del Parlament anuladas por el Tribunal Constitucional y la declaración ilegal del 1 de Octubre serán aprovechados por el independentismo para provocar al constitucionalismo.
Por eso los constitucionalistas deben mostrar "nervios de acero". Sin embargo, eso no quiere decir que permanezcan sin hacer nada; todo lo contrario. Deben aplicar las leyes ante las ilegalidades y hacerlo con contundencia y eficacia. Si algo han demostrado los meses transcurridos desde la aplicación del artículo 155 es que las medias tintas no sirven. Dejar los medios del Estado para que se vitupere, se tiente y se provoque al mismo Estado es una muestra de debilidad que aprovechan los enemigos de la de-mocracia. Pero hacerlo sin cargarse de razones jurídicas y políticas es dar armas a esos enemigos.
El septiembre Torra tensará la cuerda hasta el máximo y el Estado estará atento a sus provocaciones, por si supera la línea roja. Un Estado que debe ser pulcramente democrático, pero no débil.