
La situación que vive Volkswagen en España, que le obliga a barajar un parón de ocho días en su planta de Navarra, no es un hecho aislado en el sector automovilístico de nuestro país.
Los fabricantes aseguran que todos se hallan en jaque por el brusco cambio que experimenta la demanda de los clientes. Estos huyen ahora de los vehículos diésel en beneficio de los motores de gasolina e híbridos.Se confirman así los malos augurios que la industria expresó después de que en julio el Gobierno asegurara que "el diésel tiene los días contados".
Fue un mensaje pernicioso, en primer lugar, por el momento tan delicado en que se lanzó, cuando el sector necesita acelerar sus ventas para adaptarse al nuevo protocolo europeo de medición de emisiones.De hecho, corre el riesgo de que gran parte de su stock se quede obsoleto, desde el punto de vista de la legislación medioambiental, si no lo vende antes de septiembre de este año.
Pero más grave aún fue el hecho de que el mensaje del Gobierno diera lugar a especulaciones sobre posibles restricciones, en el corto plazo, a la compra o la circulación de coches diésel.
Dar pábulo a esos rumores no puede salir gratis en una economía como la española donde el 40%de los vehículos que se producen (1,2 millones al año) está alimentado por gasóleo. El diésel contribuye así de forma decisiva a que España sea, desde hace años, el segundo fabricante de automóviles de Europa y el séptimo del mundo.
Ante la importancia de esta industria, mensajes tan precipitados como el lanzado por el Gobierno en julio tienen un alto potencial destructivo y es lógica la inquietud que se ha despertado en el sector. No en vano están en juego miles de empleos cualificados y cerca de un 10% del PIB de nuestro país.