
Podemos abrió oficialmente la semana pasada las negociaciones con Pedro Sánchez sobre su lista de exigencias para apoyarle en el incremento del techo de gasto.
Además de las habituales peticiones de subidas de impuestos, Pablo Iglesias quiere eliminar las desgravaciones por aportaciones a planes de pensiones. Es decir, aspira a poner fin al único incentivo que existe para que, de manera individual, y sin tener en cuenta la renta, los españoles puedan ahorrar para compensar la caída de ingresos que sufrirán cuando se jubilen.
Esta sugerencia, que ya veremos cómo recoge Sánchez, evidencia otra vez la escasa preocupación de nuestros políticos por el gran reto futuro de nuestra economía, que es justo cómo pagar a los pensionistas, y también su absoluta despreocupación en algo tan importante como es cambiar los hábitos de ahorro de los ciudadanos.
Si fueran más responsables estarían haciendo campaña continuamente para que una parte, aunque sea pequeña, del dinero que entra en el bolsillo de los españoles, nutra los ahorros de supervivencia de los futuros jubilados.
El problema es tan real, por el envejecimiento de la población y la escasa natalidad, que el Pacto de Toledo está siempre mareando la perdiz para evitar decirnos claramente que, hoy por hoy, el sistema de la Seguridad Social está quebrado y que esa situación provocará que los jubilados futuros cobren una pensión notablemente más baja, obligándoles o a prolongar su vida laboral, a recurrir a los ahorros, o a depender de sus hijos u otros benefactores.
Que Pedro Sánchez ya antes de llegar a la Moncloa anunciara un impuesto a la banca para sufragar las pensiones nos indica de que el presidente del Gobierno es totalmente consciente de que las cuentas no cuadran. Tras dejar seca la hucha de las pensiones a lo largo de estos años, y a pesar de que continuamos creando empleo, es irremediable que tengamos que emitir deuda para pagar a los jubilados.
Ese mayor endeudamiento complicará todavía más que el Estado cuente con recursos suficientes para los futuros pensionistas, porque los intereses se comerán una mayor proporción de los ingresos venideros. Una espiral que nos lleva al punto de partida: es más necesario que nunca ahorrar para complementar la pensión.
Antes de la crisis, al menos la vivienda era un activo útil para ahorrar a largo plazo, que estaba primado fiscalmente. Las nuevas generaciones ya no disponen de esa herramienta, porque la adquisición de vivienda habitual no desgrava desde el 1 de enero de 2013; luego el único camino posible es la planificación de programas individuales de acumulación de capital.
Las ventajas fiscales de los planes de pensiones no son las que han roto la caja de la Seguridad Social, sino los peores salarios y el envejecimiento. Sería más constructivo sentarse a pactar medidas para paliar ambos, que acabar con ellos.